Railay (o cómo convertir dos días en una semana)

Después de recorrer brevemente el norte de Tailandia, llegaba el momento de visitar el sur y sus famosísimas islas…  Mi primera parada era Railay, una penísula entre Phuket y las islas del mar de Andamán. Mi idea era pasar ahí un par de noches y partir hacia Koh Phi Phi o Koh Lanta. Al final, me quedé una semana entera en Railay. Iba a dejar Tailandia antes de lo planeado y sin llegar a pisar ninguna isla… Pero empecemos por el principio.

Railay

Aunque Railay era una península, funcionaba, de hecho, como una isla. Unas imponentes rocas kársticas (calcáreas) barrían el paso hacia el interior así que el único modo de llegar a Railay era en barco. Esas formaciones rocosas junto al mar creaban paisaje especial, el mismo que hizo mundialmente famosas a las cercanas islas Phi Phi.

Railay West Beach

Otro punto muy isleño de la península era el hecho de que no hubiese asfalto, ni coches, ni motos. Se podía cruzar de la maravillosa ‘west beach’, más familiar o de parejas, a la costa este, más ‘backpacker’, en unos diez minutos caminando.

Railay East

Pero Railay tenía también sus puntos flacos… En primer lugar, Railay no es un pueblo, no había nadie que hubiese nacido allí. La gente local que veía a diario estaba en Railay directamente o indirectamente por nosotros, por los ‘falangs’ (lo que para nosotros serían los ‘guiris’). Así que Railay no tenía ni mercado ni templo que, para mi, hubiesen sido de visita obligada. La inmensa mayoría de Thais que trabajaban en Railay se volvían al atarceder en barco a Ao Nang o a Krabi y regresaban a primera hora de la mañana.

Phra Nan Beach, Railay

Me alojaba en un hotel del oeste, donde los precios eran más asequibles que en el este y donde el ambiente era más relajado… No negaré que la gran habitación con aire acondicionado, la piscina y el precio reducido por la estación de lluvias invitaban a ir alargando la estancia.

Railay

West Beach, Railay

El primer día conocí a una pareja de alemanes: Goddi y Luzia, esta última de familia napolitana. Esa misma noche, como no podía ser de otra manera en un sitio tan pequeño, acabé encontrándomelos y cenando con ellos. A partir de ahí hicimos muchos planes juntos. En un lugar así era fácil conocer gente y también relacionarse con los trabajadores Thais ya que no había muchos sitios donde esconderse.

Railay

Luzia y Goddi

Al sur de la Península estaba la espectacular playa de Phra Nan (literamente ‘Princesa ahogada’), flanqueada a un extremo y a otro por altas rocas y con un islote justo delante. La época de lluvias mantenía el lugar bastante tranquilo aunque, de vez en cuando, llegaban algunas barcas de turistas. Al parecer es una playa muy concurrida en temporada alta.

Phra Nan Beach

En el flanco este había dos cuevas, una de ellas convertida en una especie de templo lleno de penes de madera. Este santuario está dedicado al espíritu de la ‘Princesa ahogada’. Los pescadores de la zona dejan allí los falos tallados en madera como ofrenda buscando la protección de la princesa cuando salen al mar.

Phra Nan Shrine

Phra Nan penis

Phran Nan acabó siendo la playa a la que iría cada día… A media mañana aparecía por ahí el ‘food boat’ que servía comida y cervezas frías.

El barco de la comida en Phra Nan Beach, Railay

Food Boat

Por lo general, no tuve mucha suerte con el tiempo, y casi a diario había que aguantar bajo los árboles un buen chaparrón que, al menos, refrescaba el ambiente.

Rain in Phra Nan beach

Ese día había amanecido con un sol radiante…

La península tenía también un par de caminos que te llevaban hasta unos miradores naturales. El del este es un camino difícil pero que recompensa con una vista maravillosa de la península. Desde allí se pueden ver los dos lados de la costa. El día que subimos nos pilló un tormentón a medio camino y aquello se convirtió en un barrizal resbaladizo… Los tramos más verticales, que había que salvar con la ayuda de algunas cuerdas, se hacían casi impracticables. Lo conseguimos pero con la que estaba cayendo no nos dió para quedarnos mucho tiempo arriba. Regresamos empapados y cubiertos con más barro que el peor concursante de la historia de ‘Humor Amarillo’.

Railay

A los pocos días de haber llegado a Railay me escribieron Clàudia y Maria a quienes había conocido en Mae Sot. Estaban en Koh Phangan, el el Golfo de Tailandia, pero planeaban llegar a Railay en un par de días. Ese mensaje se convirtió en otro aliciente más para sumirme en la tranquila rutina a la que ya me estaba acostumbrando.

Atardecer Railay

Por las noches, la fiesta se reducía a un Reggae Bar que tenía música en directo de vez en cuando y al ‘Last Bar’, que organizaba un combate Muay Thai un par de veces por semana y donde cada noche cantaba el mismo «cansautor» de éxitos en inglés.

Reggae Bar

Algunas noches, unos chicos hacían un ‘Fire Show’. Allí conocí a Montse, una chica catalana que había llegado hacía unos días y también participaba improvisando en el ‘Fire Show’ con bastante clase, por cierto. Gracias a ella conocí también a los chicos del ‘Last Bar’ y otros Thais.

Fire Show

Montse ‘on fire’ ;-)

Después de la música en directo, el ‘Last Bar’ se convertía en una especie de discoteca donde cada noche sonaba la misma música comercial de ayer y de hoy: Shakira, Enrique Iglesias y hasta la Macarena. Ah! y no penséis que para el DJ local suponía un problema poner varias veces la misma canción. Cada noche esta retahíla musical me forzaba a repasar todos los temas. Me aprendí de cabo a rabo ‘Bailando’ de Enrique Iglesias.

Cervezas en el Last Bar

En aquel lugar me podía hacer una idea de cómo debían ser las islas más turísticas: Todo hecho a medida del ‘falang’: combinados en ‘buckets’ (cubos), ‘free bucket’ para las dos primeras chicas que salieran a bailar o para el primero que escalara la pared del fondo del lugar y se convirtiera en -como decía el DJ que amenizaba el cotarro- en el ‘Monkey Man’,‘Oh My Buddha!

Last Bar, Railay

Esta es una foto ‘Bucket Free’, sólo cervezas!

A esas horas de la noche la mayor parte de la gente eran grupos de británicos bastante más jóvenes que yo. Solía ver  a los mismos grupos sólo una o dos noches seguidas. Ese bar era para ellos su patio de recreo veraniego. Y no es que a mí no me guste la fiesta pero no ése tipo de fiesta. Allí mismo, un grupo de españoles que conocí me hablaron de las otras islas… ‘Ves este bar, pues allí es igual pero diez veces más’.

Railay

Procesando esta foto me acabo de dar cuenta que el campeón de Goddi se ponía unos tapones cuando sonaban los temas más insoportables!

A los pocos días la vida en Railay era una dulce rutina en la que no había demasiado que hacer salvo repetir el plan y relajarse. El único límite era el que te impusiera la lluvia y, quizás, los horarios para comer o cenar.

Vista de Railay West

Había descubierto un sitio para comer que no perdonaría ni un solo día. Por allí merodeaba un gato al que le encantaba estirarse sobre mi chancleta cuando me descalzaba. Sentía el deber de colaborar con su rutina… así que el Pad thai y curry con pollo o gambas de aquel lugar sin nombre fueron la base de mi dieta.

Cocina en Railay

La cocina…

 

Gato en Railay

… y mi querido gatito

Pero aún quedaban dos cosas que hacer en Railay que, además, le habían aportado cierta fama al lugar: bucear y, sobre todo, escalar. Lo mío es más bien lo primero aunque, por lo que puede ver, Railay debía ser un sitio único para la escalada. Rocas desde luego no les faltaban, la península estaba repleta de esas paredes kársticas verticales de las que os hablaba que conformaban un paisaje brutal junto al mar. Imagino que no debe haber muchos sitios en el mundo como este para practicar ‘free climbing’, escalada sin cuerdas en las paredes que están sobre el agua.

Escalando en Railay

Yo había llegado a Railay con la idea de bucear todo lo que pudiera. Por desgracia, al final todo quedó en dos inmersiones. Aunque tuve buenas sensaciones bajo el agua -teniendo en cuenta que desde Isla de Pascua no buceaba- las condiciones eran muy justitas. El problema principal no tenía solución. Estábamos en plena temporada de lluvias así que los ríos bajaban con mucho lodo. Eso afectaba tremendamente la visibilidad, que no pasaba de los 6 u 8 metros.

Anémona Railay

Además, la lluvia traía lodo pero también alejaba a los buceadores. Así que las inmersiones se hacían en las islas más cercanas a Railay… Insistí en el centro de buceo para organizar algunas inmersiones más alejadas de la costa, en Koh Phi Phi, por ejemplo. Por desgracia, ningún día hubo suficiente gente como para justificar un desplazamiento tan largo.

Buceo en Railay

Cada día que pasaba por allí preguntaba si se había apuntado alguien. Tan pesado me debieron ver que los ‘dive masters’ del centro me hablaron maravillas de una isla al norte de Sumatra, en Indonesia, que se llamaba Pulau Weh. –‘Si quieres un buen sitio para bucear en esta época, ve para allá’. Sin saberlo, esa idea que parecía descabellada se iba a acabar metiendo en mi cabeza irremediablemente.

Inmersión en Railay

Tras cuatro días en Railay fui conociendo a más viajeros que llegaban de algunas islas del mar de Andamán y también del Golfo de Tailandia como por ejemplo Koh Tao o Koh Phangan… Ésos eran algunos de mis potenciales destinos pero las noticias que traían no eran muy halagüeñas. No sé, no veía a la gente demasiado emocionada, y todos hablaban de que estaba todo muy explotado y totalmente dirigido a los ‘falangs’ y a las fiestas de borrachera.

Tatuaje en Railay

La semillita de aquella isla llamada Pulau Weh ya había germinado así que solo era cuestión de tiempo que empezase a buscar vuelos en internet. Le pregunté por esa isla a mi amigo -y gran buceador- Sergio (que, por cierto, fue quien hace unos meses me aconsejó ir a un sitio que se llamaba Railay, ¡Jeje!). Esta vez tampoco tardó en convencerme para que me fuese a aquella isla… -«Eso sí: olvídate de las birras… ésa es, con diferencia, la zona más musulmana de Indonesia».

Atardecer en Railay

El mejor atardecer de la semana

Llegaron María y Claudia en lo que fue un gran reencuentro que le dio vidilla a los que iban a ser mis últimos días en Railay. Les mostramos los lugares que habíamos descubierto durante aquellos días, ‘re-repitiendo’ todo una vez más, aunque con gusto. Al final, Luzia y Goddi, que también habían llegado a Railay ‘sólo para un par o tres de noches’, se fueron el día antes de mi partida.

Railay

Y así, entre las playas, la piscina, los miradores, los pad thais con mi gato, las copas en el ‘Last Bar’ y la buena compañía fue pasando -lo que llegó a ser- una semana en Railay. Había disfrutado, despacio… Y tuve la oportunidad de conocer gente nueva a diario, tanto viajeros como locales.

Railay

Railay West Beach

El barco salió de Railay rumbo a Krabi desde donde iniciaría mi periplo hasta el norte de Indonesia vía Kuala Lumpur.

Phra Nan beach

Tras dos semanas de viaje por Tailandia dejaba el pais sin haber pisado ninguna isla. No creo que haya mucha gente que viaje por aquí y pueda decir esto, ¡Jeje! La verdad, ahora tampoco me importa mucho. Railay fue mi isla en Tailandia.

Atardecer en West Beach

 

 

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