La avioneta procedente de Bangkok sobrevolaba un amplio valle teñido de verde. Entre las omnipresentes nubes de la temporada de lluvias se colaban algunos rayos de sol que hacían resplandecer los campos. Pocos minutos después tomábamos tierra en el sencillo aeropuerto de Mae Sot.
Lo que me había llevado hasta ese rincón fronterizo de Tailandia fue un libro: “El Viaje”. El libro de fotografía de viaje en el que participamos hará ya más de un año y cuyos beneficios van destinados a la ONG española ‘Colabora Birmania’. Mae Sot es el centro de operaciones de la ONG, desde que conocí el proyecto había deseado visitarla. Además, tenía el encargo de sacar unas cuantas fotos para sus redes sociales, web, etc.
Mae Sot es una pequeña ciudad a 2 kms. de la frontera con Myanmar. Aunque estaba en Tailandia, la influencia birmana se hacía evidente en cada cara maquillada con thanaka y hasta en algún longyi y nuez de betel para mascar. En los menús de cualquier restaurante se alternaban platos thais y birmanos.
Se estima que el 65% de la población de Mae Sot es de origen birmano. A la mezcla se le podría añadir también un buen número de chinos y de musulmanes (tanto birmanos como thais). Todo ello hace de Mae Sot un lugar muy interesante aunque, en realidad, no tenga apenas otros atractivos para el viajero.
A lo largo de toda la frontera, que se extiende de norte a sur, más de 130.000 birmanos viven en campos de refugiados desde hace unos 30 años. Muchos de ellos han nacido y crecido como refugiados en esos mismos campos. Tailandia ha decidido no admitir más refugiados puesto que los campos están llenos. Obviamente, eso no soluciona el problema al otro lado de la frontera por lo que, a día de hoy, las minorías étnicas acosadas en Myanmar siguen cruzando el río Thaunggin en busca de otro futuro. Eso sí, ahora como inmigrantes ilegales.
La ONG ‘Colabora Birmania’ mantiene varios proyectos en la zona entre los que destacan los de educación para los niños de estos inmigrantes ilegales. En el próximo post os explicaré mejor su labor.
Al día siguiente de mi llegada conocí a Javi, uno de los cofundadores de la ONG que lleva desde 2009 en Mae Sot y también a Aung Myo Swe, un chico birmano que comenzó a trabajar como profesor en un colegio de la ONG y ahora ya forma parte del equipo de la organización.
Debido a la situación de los refugiados e inmigrantes ilegales Mae Sot está lleno de ONGs. Así que, aunque es una ciudad pequeña, hay muchos expatriados de todos los rincones del mundo, por lo general jóvenes… La gente de fuera se acaba conociendo y juntándose en los mismos dos bares.
Durante mis días en Mae Sot conocí a María y Fermín, una pareja de León que habían llegado para hacer un taller de teatro y expresión corporal con los niños de uno de los colegios de la ONG. También conocí a María, Claudia y Carolina de Barcelona, que venían de visita para conocer los proyectos. Así que perfecto porque, en un día, ya éramos un grupo.
Después de recorrer el pueblo en bici la primera noche y ser perseguido por varias bandas violentas de perros, me vi forzado a alquilar una moto. Que conste que, aunque me había prometido hacer algo de ejercicio en este viaje, las circunstancias obligaban… La moto vino bien ya que la escuela principal de la ONG estaba a 42 kms. al sur de Mae Sot. Al cabo de un par de días, ya me movía con soltura por la ciudad no sin meterme en contradirección más veces de las aquí podría llegar a reconocer…
Aung Myo Swe y Javi fueron nuestros anfitriones en Mae Sot. Íbamos a las escuelas, a ver alguna cascada cercana, a cenar… Acabamos saliendo casi cada noche. La que más se alargó se la debo a la Reina de Tailandia. El 12 de agosto era su cumpleaños y el país estaba de fiesta nacional. Así que la noche anterior acabamos de copas con el grupo de expatriados españoles en uno de los pocos bares del pueblo.
Poco tardé en darme cuenta que la cabina del DJ, una habitación equipada con un amplificador y un portátil con Youtube, era accesible por lo que empezamos a pinchar la música que queríamos… Al rato el ambiente decayó un poco y era fácil reconocer quién había puesto cada tema. Cuando parecía que el garito iba a cerrar, Aung Myo Swe sacó la guitarra y empezó a cantar… Sólo un poco más tarde apareció por ahí Mai Thai, la dueña y cocinera del restaurante donde habíamos cenado la noche anterior. A la pobre incauta no se le ocurrió nada mejor que ofrecernos ir a su restaurante a seguir bebiendo y a cantar al karaoke. Oferta tan irresistible que nadie osó cuestionar.
En cinco minutos habíamos reabierto el restaurante y ya teníamos preparado el karaoke con el proyector, los gipsy kings y un par de buckets (cubos) de un cocktail de ‘vete-a-saber-qué’ obra de Mai Thai. Pasamos lo que quedaba de noche cantando y bebiendo. El fresquito del alba me vino bien para encarar más despierto la vuelta al hostel con la moto…
A la mañana -mediodía- siguiente me acordé de Mai Thai y de sus buckets… No logré unirme al plan del resto del grupo que, a esas horas, ya debía estar en una de las cascadas cercanas disfrutando de un maravilloso día de lluvia. Pude, eso sí, reunir las fuerzas justas para dar un garbeo con la moto, pasear por el mercado y comprar un billete de autobús para el que sería mi siguiente destino, Chiang Mai.
Me encantaba escuchar las historias que me contaba Aung Myo Swe, sus orígenes y sus experiencias. Las historias personales de algunos de sus compañeros ponían los pelos de punta. Historias de aldeas atacadas por los militares al otro lado de la frontera, asesinatos, familiares desaparecidos…
Me di cuenta de que detrás de la cara de cada birmano que me iba cruzando por la calle debía haber una historia de dolor parecida a las que me contaban Javi y Aung Myo Swe.
Una tarde que estábamos en grupo nos preguntamos qué edad teníamos. Hubiese estado bien poder congelar en una imagen las caras que pusimos todos cuando Aung Myo Swe dijo, no sólo que no sabía qué edad tenía, sino que ni siquiera sabía en qué día había nacido! Cuando parecía que ya no podía ir a más, el tío nos soltó tan tranquilo: -“Bueno, sí sé la fecha de mi cumpleaños, porque la elegí yo. Pero esperad un momento que lo miro en el móvil que ya no me acuerdo!” No dábamos crédito…
La última noche volví a hablar con él del tema. Me explicó que para los birmanos lo importante no es la fecha del nacimiento sino el día de la semana en el que se nace. Él sabe perfectamente que nació en domingo así que, según la creencia birmana, él es un pájaro: el hombre pájaro.
Busqué en el Iphone de Javi el día de la semana de mi nacimiento: Sábado… eso me convertía en dragón, lo que me pareció que molaba mucho. Aún así Aung Myo Swe insistía una y otra vez en que el pájaro puede más que el dragón, que el domingo era el día bueno… ¿Un dragón contra un pájaro? Aún no sé si creérmelo, jeje!
Esa última noche volvimos al bar donde encontramos de nuevo a la colonia española… Empezaba a dudar seriamente entre quedarme o irme al día siguiente. Aung Myo Swe me hablaba de una fiesta en su casa al día siguiente y uno de los chicos españoles me insisitía en que me quedara al menos el fin de semana para sacar fotos de la final del campeonato de fútbol que habían organizado.
Llegué a la conclusión de que estaba bien en Mae Sot pero, por otro lado, quería seguir descubriendo el resto de sitios que me tenía que ofrecer el viaje. Deberíamos partir de todos los lugares con la duda de quedarnos. Las dudas eran la prueba inequívoca de que estaba disfrutando.
Irremediablemente, la noche se alargó de nuevo. Acabamos en casa de Javi y, de vuelta en las motos con Aung Myo Swe, paramos a tomar una hamburguesa precocinada en el Seven Eleven. Me acostaba tardísimo, con la mochila por hacer y la moto sin devolver… El bus a Chiang Mai salía a las 9 de la mañana.
A la mañana siguiente me quedé dormido y me levanté una hora más tarde de lo previsto. Para no enrollarme más sólo os diré que debí hacer la mochila en dos minutos y me lié al devolver la moto dejando las llaves de la habitación en el mismo llavero que la de la moto… Así que de culo por el pueblo sudando la gota gorda bajo la lluvia. Un verdadero cuadro, vamos.
Llegué tarde a la parada pero no perdí el bus porque él también venía con retraso. Aunque no me hubiese importado demasiado perderlo, tomé esa coincidencia como una señal. Al poco ya estaba sentado en el bus, empezando a coger el sueño con Sigur Rós de fondo, rumbo al norte de Tailandia.
¡¡Qué asombroso el no saber la fecha de nacimiento¡¡ Está muy bien lo importante es cómo los vives, cómo los llevas….
Muy interesante y espero la continuación del viaje.
Suerte y gracias por dejarnos compartir experiencias tan interesantes
Gracias a ti por comentar. Como dices los años no son más que un número ;-) Abrazos!
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Juas juas
Esas fiestas de expats y backpackers corriendo luego tras un bus… Qué recuerdos. Y qué gran gente esos birmanos, ojalá el nuevo gobierno de Aung San Suu Kyi consiga mejorar sus vidas.
C.
Sí! Ojalá el NLD pueda gobernar e iniciar, al fin, una democracia real.