Isla de Pascua, buscando al «hombre pájaro»

Sí, no era fácil. Tan sólo debíamos bajar por un acantilado casi vertical de 300 m., nadar en mar abierto un kilómetro y medio hasta un islote, recoger el primer huevo de manutara (gaviotín), deshacer el camino y llegar el primero, de nuevo, a lo alto del acantilado con el huevo intacto. Aquél de los tres que lo consiguiera sería el nuevo “hombre-pájaro” y gobernaría toda la isla durante un año. Tentador pero, tras un análisis frío de la situación y antes de buscar cualquier estúpida excusa, decidimos no competir… Al fin y al cabo, hasta finales de agosto no iba a llegar el primer gaviotín de la temporada. ¡Menos mal!

Orongo Motu Nui

Hacía sólo un día que el Boeing de LAN que traía a mis queridos primos lejanos a la isla me dejaba casi sordo al fotografiarlo a pie de pista.

LAN Chile Isla de Pascua

Tras las presentaciones de Gonzalo, Xabi, Sylvain, Laurine y el variado personal del camping, el principal objetivo era ver la final de Copa entre Barça y Madrid. Sin televisión por cable y con sólo dos canales públicos chilenos en antena, redujimos nuestras aspiraciones a “oírlo”. Pero el wifi de la isla, que está a décadas de poder reproducir cualquier cosa online, hizo renovar el objetivo por, simplemente, “seguirlo” por internet… Pero las páginas tampoco se cargaban. Hacia el final del partido el Madrid marcó el gol definitivo, patrocinado en este caso por “whatsapp”, que acabó convirtiéndose en nuestro medio más fiable para comunicarnos con el exterior.

Isla de Pascua

Xabi, Pablo, Sylvain y Carlos en la cocina del camping

Puestos a palmar, al menos, nos ahorramos la prórroga y pudimos salir del camping camino a la playa de Anakena, una pequeña cala de arena blanca finísima rodeada de hierba verde y de unas palmeras traídas de polinesia (recordaréis la deforestación de la que os hablaba en el post anterior). Sólo eso ya hubiese bastado para hacer de aquel lugar un pequeño paraíso dentro del paraíso que es la isla. Pero no, para rematar la jugada, Anakena tenía a sólo a unos metros del mar una fila de moais que la convertían en un lugar único.

Anakena

Nada más llegar Pablo y yo no pudimos resistir darnos un chapuzón en el agua fresca e impoluta del océano. Mecidos por las olas admirábamos la playa, sus palmeras y los moais. Coincidíamos en lo afortunados que éramos en ese momento, en aquel lugar, a miles de kilómetros de cualquier sitio, bañándonos en el Pacífico… Mientras tanto, Carlos deambulaba cerca de los moais, quizás digiriendo la derrota del Barça. Cuando el corte de digestión ya era improbable, se unió a nosotros.

Isla de Pascua Anakena

Tras el baño, nos acercamos más a los moais del Ahu Nau Nau. Aquellos fueron los primeros moais que veían los primos y, obviamente, fliparon como lo había hecho yo días antes al llegar a Tongariki.

Ahu Nau Nau

Ahu Nau Nau

Me costó convencerlos para seguir el camino y poder llegar antes del anochecer, precisamente, al ahu de Tongariki.

Isla de Pascua Anakena

Pablo y los moais

Isla de Pascua

Esto es un ‘selfie’ de esos, ¿no?

Logramos llegar antes de que se pusiera el sol.

Ahu Tongariki

Ahu Tongariki

Era mi tercera visita a ahu Tongariki en pocos días, pero aún estaba lejos de cansarme de aquel lugar con el que me topé casi por sorpresa el día que llegué a la isla.

Ahu Tongariki

Venga, a ver quién es el primero encontrar a Pablo y dos pajaritos…

Tras la cena y un poco de vida social en el camping, salimos de noche hasta los ahus de Tahai. Otra vez la noche no acompañaba para la fotografía nocturna. Con nubes y una luna que aunque ligeramente menguante seguía iluminando todo, no íbamos a conseguir gran cosa. Así que pasamos el rato charlando con un par de latas de “Austral” y haciendo un poco el indio intentando escribir algo con la luz del frontal frente a la cámara.

Pintando con luz

A la mañana siguiente amanecimos y nos dirigimos al centro de buceo de la caleta de Hanga Piko. Al rato ya estábamos los tres listos con el neopreno y el equipo y yo, además, con mi cámara submarina vendida por mucho más de lo que me hubiesen pagado en cualquier otro sitio. -“Aquí las cosas del continente son muy caras, es un buen precio” me dijo el chico del centro de submarinismo. Pero, -“oye, ¿me la dejas para la inmersión, no?” Sonrisita condescendiente y… ¡al agua!

Inmersión Isla de Pascua

La visibilidad era brutal… unos 35 ó 40 metros. -“Hoy no está muy claro” nos había dicho antes de bajar Roberto, nuestro guía. Descendimos hasta unos veinte metros y empezamos a disfrutar del paisaje submarino. No había ni la abundancia de peces ni el color del coral que puede verse en otros lugares. Eso ya hubiese sido pedir demasiado.

Isla de Pascua diving

Cientos de amenazantes erizos poblaban el fondo marino y unos cuantos peces curiosos nos acompañaban a medida que seguíamos descendiendo. Entonces, a lo lejos, vimos la figura que andábamos buscando.

Inmersión Isla de Pascua

A veinticinco metros de profundidad descansaba un moai sumergido. No había sido la naturaleza sino el hombre el que lo había plantado allí hacía unos cuantos años, precisamente, para fomentar el buceo en la isla. Sin duda, las de Isla de Pascua son las aguas más claras en las que he buceado.

Isla de Pascua inmersión moai

La fotito de rigor en el moai

Pero volvamos al principio del post, al “hombre-pájaro”. Como os contaba en la entrada anterior, las luchas intertribales causadas por la escasez de recursos acabaron con la mayoría de los moais tumbados o destruidos. La población de la isla se redujo muchísimo y algunas de las antiguas tribus desaparecieron. Y, aunque no se sabe si la devoción a los moais continuó por mucho tiempo más, tras el caos en el que se vio sumida la isla, se instauró un nuevo sistema ceremonial y político que definiría quién gobernaba la isla.

Arco Iris Isla de Pascua

Las motos nos ayudaron a salvar las cuestas del volcán Rano Kau hasta llegar a su punto más alto. Desde allí se apreciaba su inmenso cráter de 1.600 m. de diámetro. Una visión verdaderamente impresionante, con el océano de fondo.

Rano Kau

Al lado del cráter del volcán estaba la aldea ceremonial de Orongo donde cada año se celebraba la competencia del Tangata-manu. Los jóvenes representantes de cada tribu competían para conseguir el primer huevo de manutara que anidara en el islote Motu Nui. Los participantes debían descender por un acantilado y nadar hasta el islote, donde permanecían días o semanas a la espera de la llegada de los manutara. El competidor que encontrara el primer huevo y regresara con él a la aldea era investido como Tangata-manu, otorgándole el poder de gobernar la isla durante un año al jefe de la tribu a la que representaba.

Isla de Pascua Motu Nui

Vista desde el acantilado. El islote más grande es Motu Nui

El nuevo Tangata-manu era considerado desde ese momento un ser sagrado y era recluido junto a un hombre que le cuidaba durante un año sin que nadie lo pudiera ver. ¡Qué peñazo! Desde luego, ¡con ese premio a mí que no me busquen! La ceremonia del Tangata-manu se llevó a cabo hasta 1.867.

Isla de Pascua

El ritual era salvaje. Nosotros apenas podíamos arrimarnos al borde del acantilado sin sentir un vértigo aterrador… De hecho, desde arriba no conseguíamos ver donde rompían las olas 300 m. más abajo. Subir vale, pero, ¿cómo bajaban sin despeñarse por el acantilado? Bueno, la verdad es que caerse, se caían muchos. El expedicionario chileno Ignacio L. Gana visitó la isla cuando aún se celebrara el ritual. Dijo: “Era esta una prueba atrevida en la que se despeñaban muchos por hondos precipicios todos los años”.

Isla de Pascua lluvia

Para que os hagáis mejor idea de lo complicado que debía ser, se dice que Red Bull se interesó por la posibilidad de reproducir esta ceremonia. Al parecer, unos representantes de la empresa visitaron la isla y, al llegar a Orongo y ver el acantilado en persona, llegaron a la conclusión de que aquello era demasiado peligroso incluso para los desafíos extremos que suelen llevar a cabo. Al final, se conformaron con unos saltos desde 27 metros al lado de los moais de Tahai

Volcán Rano Kau Isla de Pascua

Desde la visita a Orongo nosotros también empezamos a buscar al “hombre pájaro”. El ritmo despreocupado que llevábamos invitaba a despistarse y olvidarse el jersey por ahí, las llaves de la moto puestas, o el arroz en el fuego… ¿Quién sería el hombre más “pájaro” de los tres? ¡Hagan sus apuestas!

Isla de Pascua canoa

Por la tarde nos acercamos a otro volcán, el Rano Raraku, también conocido como “la cantera”, el lugar de fabricación de los moais. En sus laderas recorrimos el camino, rodeados por decenas de moais en diferentes estados de elaboración, alguno sólo tallado en la ladera, otros terminados quedaron allí esperando su transporte hasta el ahu. Daba la sensación de que pararon la producción de repente; no trasladaron los moais que estaban acabados ni terminaron los que habían empezado a perfilar en la roca.

Rano Raraku Isla de Pascua

Cantera moais Isla de Pascua

Isla de Pascua Rano Raraku

El paseo era magnífico, casi por un mundo irreal y fantástico, rodeado por inmensas cabezas de moais… En una de las laderas del volcán aún está el que hubiese sido el moai más grande de la isla, conocido como “el gigante”. Perfectamente tallado en la roca, habría tenido más de 21 metros de altura y un peso de unas 170 toneladas… ¿Cómo pensaban mover una estatua de ese peso? ¿Podrían llevar de pie una estatua tan alta como un edificio de 6 plantas? Nadie lo sabe.

Cantera moais

El gigante Rano Raraku

¿Podéis ver al «gigante» tallado en la piedra?

Ya era jueves y, como había oído varias veces durante esos días, ése debía ser el día del “carrete” (en Chile, la noche de juerga). La noche para salir con los primos y con Xabi, que también se apuntó. Quedamos por el centro con una de las instructoras del buceo y sus amigos. Al poco nos daríamos cuenta de que el jueves no era el único día de carrete… Cada noche de la semana abre sólo un garito hasta tarde. Todas las noches que había rondado por el pueblo no vi apenas ambiente, salvo en un par de bares de la calle principal. Llegamos a la supuesta discoteca, de nombre “Toroko”. Resultó ser una cabaña de latón en mitad de un descampado de la que salía el reggaetón más chungo imaginable.

Al lado, a pie de calle, había dos bares. En la puerta de uno de ellos ardía una parrilla que llenaba toda la escena de humo y olor. Todos eran rapanuis que, a esas alturas de la noche, iban ya muy borrachos. No había ni un solo extranjero ni siquiera “contis” (chilenos del continente). Entramos en el otro bar en el que apenas había gente. Era una cabaña de madera en la que la camarera, una rapanui de mediana edad, estaba cortando con un cuchillo carnicero grandes piezas de cerdo tras la barra. Vamos, la típica estampa que uno espera ver en un bar de copas.

A partir de ahí todo fue a peor. A pesar de nuestro buen rollo y de la mano izquierda de Xabi -que llevaba en la isla ya unos meses- vimos claro que en aquel lugar no éramos bienvenidos. Teniendo en cuenta que el rapanui medio es un armario de 1’90 y más de cien kilos, quedarse allí no tenía mucho sentido. No había alternativa, así que nos recogimos pronto.

Isla de Pascua camping

A la mañana siguiente, Gonzalo se reía de nosotros. -“Ché se lo dije! No, no, no vayan al Toroko! Es el peor lugar!”. Llovía mucho así que nos tomamos la mañana con calma. A primera hora de la tarde nos fuimos hacia el sur, a la zona de Vaihu, a encontrarnos a Xabi que nos había dicho que estaba allí Gonzalo surfeando con sus amigos rapanuis con unas ‘olitas’ de 4 ó 5 metros…

Isla de Pascua surf

Uno de los colegas remando en la ‘olita’…

Allí, aparte de alucinar bastante con la exhibición de Gonzalo y compañía, estuvimos un buen rato con los amigos rapanuis de los surfistas que resultaron ser mucho más majos que los que encontramos cerca del “Toroko” la noche anterior. Uno de ellos estaba casado con una granadina con la que hablé un buen rato y que me dejó su cámara con un teleobjetivo que me permitió hacer las fotos que veis aquí.

Isla de Pascua Surf

Gonzalo

Ella llevaba ya muchos años viviendo en la isla. Me contó que los primeros dos o tres años vivieron en el campo siendo autosuficientes con un huerto y pescando.

Isla de Pascua surf

Isla de Pascua olas

Más adelante vivirían en una casa donde hicieron lo que allí se llama una “toma” que, básicamente, es “tomar” una porción de tierra, vallarla, construir una casa y conectarse al agua y la electricidad sin declarar nada. Cuando Chile anexionó la isla puso a nombre del estado todas las tierras. Con el paso del tiempo los rapanuis han ido tomando de vuelta el terreno que era suyo. Sólo ellos pueden hacerlo. Si un “conti” o un extranjero intentan hacer una “toma” tienen los días contados, tanto la “toma” como él. Le pregunté qué pasaría si el gobierno de Chile reclamara sus tierras y me dijo que eso no pasaba, pero que si se diera el caso ella se plantaría en la gobernación con sus caballos y vacas y a ver qué solución le daban.

Isla de Pascua

Los amigos rapanuis iban bastante preparados para grabar a los surfistas…

Como extranjero, la única opción de ser aceptado como miembro rapanui es casarse con uno de ellos que es lo que ella hizo. Los demás lo tienen bastante crudo para integrarse normalmente. Xabi nos contó que a un argentino que se instaló en la isla “le cagaban a trompadas cada semana”. Se logró hacer un hueco y ser respetado porque era el único de la isla que sabía reparar bien las tablas de surf. Ahora, cuando se va una temporada, muchos le echan de menos.

Surf Isla de Pascua

Carlos, Gonzalo y Pablo

Y, aunque reconozco que yo intentaría ser un poco más diplomático, no puedo culpar a los rapanuis por su carácter proteccionista. Desde la llegada de los colonizadores se han cargado de motivos. En 1.862 los esclavistas se llevaron a unos 1.000 rapanuis a Perú a trabajar el “guano” (excrementos de aves y focas que se usan como fertilizante) de los que sólo pudieron regresar a la isla unos 100 supervivientes. El exterminio de la clase sacerdotal significó la pérdida de la única escritura de la Polinesia (rongo rongo) que quedó inexplicada desde entonces. Las expediciones extranjeras trajeron enfermedades a la isla que causaron un despoblamiento masivo: En 1.877 la población rapanui se redujo a sólo 110 personas.

Isla de Pascua

Isla de Pascua

Para acabar de rematar, después de la Guerra del Pacífico (1879–84), Chile anexionó la isla sin que los rapanuis hubiesen cedido su soberanía y la arrendó a una empresa escocesa de lana que la llenó de ovejas. Los rapanuis fueron siempre tratados como ciudadanos de segunda sin derecho a voto y sin permiso para poder salir de la isla. Tras la reforma constitucional chilena de 2.007, Isla de Pascua es considerada «territorio especial», pero la ley orgánica que debe determinar su estatuto aún no ha sido aprobada. La comunidad rapanui lleva décadas solicitando al gobierno chileno una autonomía administrativa que no llega.

Isla de Pascua soberanía

Si a esta historia, que puso a su pueblo al borde de la extinción, le sumamos la llegada de muchos chilenos a la isla (que ya son mayoría entre sus 4.000 habitantes) y la visita de unos 65.000 turistas cada año, se puede entender que los rapanuis defiendan con fuerza y orgullo su identidad.

Rapa Nui Parliament

Acabamos la tarde con unas cervezas y “papas” viendo el atardecer en los moais de Tahai. Mis días en Rapa Nui llegaban a su fin.

Tahai moais

Tahai

A la noche, Gonzalo colocó un costillar entero de cerdo en la parrilla del camping mientras yo descorchaba las últimas botellas de tinto chileno. Era mi despedida. Allá anduvimos hasta tarde, hablando con Laurine, Sylvain, Gonzalo, Xabi y algunos nuevos compañeros de camping que acababan de llegar.

Barbacoa Isla de Pascua

Lo había disfrutado. El ritmo de esos días fue especial: Sin prisas ni horarios, preparando la comida en el camping, sintiendo la libertad de la moto en aquella isla abarcable, conociendo a otros viajeros, compartiendo y disfrutando en buena compañía, logrando tener la mente totalmente liberada… Todo aquello me hizo volver a la maravillosa rutina descuidada que había dejado atrás en los buenos días de mi viaje de vuelta al mundo. Poder revivir aquellas sensaciones junto a Carlos y Pablo fue lo mejor.

Isla de Pascua

Solo en al avión, ya de vuelta a Santiago, mi camisa aún seguía apestando a la parrilla del “Toroko”. Acababa de despegar y ya sentía cierta nostalgia y, a la vez, la envidia sana de saber que a mis amigos aún les quedaban muchos caminos por recorrer en su viaje…

Isla de Pascua

Sabía que sería difícil el cambio de ritmo a la vuelta, en la rutina que significa Barcelona… Pero no era la primera vez que sentía eso. Se me pasará…

Para Carlos y Pablo, por haber sido la excusa perfecta para un viaje que recordaré siempre.

Aquí, la misma historia contada por «los pájaros» ;-)

 

9 Respuestas a “Isla de Pascua, buscando al «hombre pájaro»

  1. Pingback: Los misterios de Rapa Nui | Siempre hacia el oeste·

  2. Lagrimilla al recordar esos días no sé si decir cercanos o lejanos, por todo lo vivido ya desde entonces…

    Como siempre, fotos espectaculares. Eso sí, la mía de primer plano era para mostrar la cara más vagabunda del viajero Carlos, no? (Mamá, me ducho -casi- todos los días, de verdad. Esos pelos así se deben al viento de Rapa Nui).

    En verdad fueron unos días magníficos y sabes que tu llegada fue todo un soplo de aire fresco, amigo.

    Un abrazo y… ¿hasta pronto? ;)

    C.

  3. Magnificas fotos incluídas las de rigor ! Se os ha puesto cara de aventureros Carlos y Pablo !
    Que sigáis disfrutando del viaje y de la vida. Vienen a ser lo mismo.

  4. ¡Gracias! Una vez más tus textos y tus fotos han conseguido que por momentos casi nos sintamos allí y que un destino tan atractivo sea aún más apetecible; quizá algún día…

  5. ¡Grandes fotos y grandes historias! Qué gran noticia volver a viajar hacia el oeste…
    Un abrazo,
    j.

    P.S: No estoy seguro de haber encontrado a Pablo ni a los pajaritos… Ni siquiera al gigante tallado en la piedra. ¿Para cuándo un post con las soluciones?

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