Podría definir el ‘Thaphae Boxing Stadium’ de Chiang Mai de muchas maneras pero, sin duda, ninguna de ellas contendría la palabra «estadio». Aquel lugar era más bien un gran garaje al aire libre cubierto por unas cuantas chapas de latón. En el perímetro del recinto decenas de barras de bar ofrecían cerveza, licores y algo para picar. Alrededor del ring unos bancos de madera y unas cuantas sillas de plástico acogían a los espectadores. Unas mesas estrechas y alargadas separaban una fila de otra. Estaban cubiertas por unos manteles de plástico que las protegían del agua que producía la condensación de las cervezas y que empapaba todo lo que hubiese sobre la mesa salvo los humeantes ceniceros de cristal. Al fondo, cerca de los aseos, había una zona de entreno bastante extraña, una mezcla entre un gimnasio y un taller mecánico de motos.
La velada de Muay Thai (boxeo tailandés) consistía en varios combates. Cuando apuraba mi primera cerveza aparecieron las dos primeras luchadoras con sus entrenadores y masajistas, situándose en vértices opuestos del ring.
Ya en pie, frente a frente, el árbitro dio inicio al combate. Unos músicos acompañaban cada asalto tocando una flauta y un tambor antiguos. Me encantaban los primeros segundos de cada ‘round’, cuando los luchadores parecían bailar estudiándose, moviendo la cabeza y levantando levemente los pies al ritmo de la música.
Desde mi posición podía oír también los impactos de los golpes bien dados acompañados de una exclamación de la audiencia. Eran combates muy violentos aunque era evidente también el respeto por el contrincante.
En el primer asalto de cada combate, algún local se me acercaba diciéndome “red or blue?” -refiriéndose al color del calzón de cada boxeador- mientras me mostraba un billete de 100 bahts para que apostara con él. En la mayoría de combates solía ganar el más bajo y delgado.
En los descansos entre asalto y asalto, los luchadores volvían a sus esquinas. Los entrenadores les daban indicaciones y ánimos mientras los masajistas desentumecían sus músculos y los refrescaban con esponjas empapadas en agua.
El combate principal de la velada generó mucha expectación. Sin duda, eran los luchadores con más nivel. El combate acabó por K.O. en el tercer ‘round’ tras un patada certera en la cara del adversario.
¡ Magníficas fotografías amigo ! Casi se pueden oír los golpes de los boxeadores y oler el sudor de sus cuerpos atléticos. Que bien le sienta el blanco y negro al boxeo. Muchas de las películas míticas sobre este deporte se rodaron en blanco y negro.
Gracias! Estas fotos ya las «vi» en blanco y negro nada más entrar en el ‘stadium’. Abrazos!!!