Reservamos una habitación en Osaka, una ciudad que, como Tokyo, nos fascinó desde el primer momento. A pocas horas de allí en tren de los lentos, llegamos a las colinas de Koya-San tras una vertiginosa subida en teleférico. Como nos pasara en Nikko, agradecimos mucho la temperatura de las montañas, unos grados más fresca.
Koya-San es una meseta sobre una montaña rodeada, a su vez, por ocho cimas. Entre sus frondosos bosques encontramos los Templos y Pagodas en los que Kobo Daishi, el fundador de la escuela de budismo esotérico ‘Shingon’, comenzó a impartir sus conocimientos por allá el año 816.
Al otro lado del pueblo atravesamos un inmenso cementerio budista dentro de un frondoso bosque de cedros centenarios. Los seguidores del Budismo ‘Shingon’ creen que Kobo Daishi no ha muerto sino que permanece meditando en el interior de su tumba donde espera la llegada de ‘Maitreya’, el futuro Buda. Cuando éste llegue, Kobo Daishi será el encargado de interpretar el mensaje divino.
Hasta que eso ocurra los fieles siguen llegando a Koya-San a depositar un mechón de sus cabellos en el cementerio para, de alguna manera, estar presentes cuando el nuevo Buda aparezca. También mojarán con el agua del río las estatuas de ‘Jizo’ como ofrenda a los muertos e, incluso, levantarán pequeños altares para expiar sus pecados. Como por ejemplo, la empresa de pesticidas que erigió el ‘Monumento a la Hormiga Blanca’ para redimir la culpa por el exterminio de millones de hormigas. Vimos también algunos altares erigidos por compañías multinacionales como Panasonic. Algo debieron hacer mal pero, con nuestro escaso conocimiento de japonés, no entendimos ni uno sólo de los ‘Kanjis‘ de la lápida.
El camino del cementerio ‘Oku-no-in’ donde Kobo Daishi espera la llegada del futuro Buda, nos seguía deparando sorpresas a medida que avanzábamos por sus senderos entre tumbas y altísimos cedros de troncos gruesos. Alrededor de una pequeña estructura de madera unas señoras se partían de risa. Intentaban levantar una piedra que estaba en el interior de la estructura y colocarla sobre un estante elevado. Al parecer, el peso de la piedra equivale al peso de los pecados cometidos. Aunque disimulé lo mejor que pude, costó muchísimo levantarla… Mientras, a nuestro lado las señoras se seguían descojonando.
Hoy en día, es posible dormir en uno de los monasterios de Koya-San, cenar tofu y levantarse de madrugada para participar en el rezo de los monjes. Nosotros regresamos a Osaka por la tarde. Sí señores, como lo oyen, por un día nosotros fuimos los ‘daytrippers’ que venían a fastidiar la calma y la magia del lugar como criticamos en Nikko y Nara. Pero esta vez ‘daytrippers’ a mucha honra ya que la noche en el monasterio tenía precio de hotel de lujo.
Al menos, el futuro Buda no apareció en la tumba de Kobo Daishi esa noche porque entonces si hubiésemos sido unos auténticos pardillos…
¡Hasta pronto!
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Chicos, no pasa nada por ser un daytripper de vez en cuando… Y menos si es para hacer visitas como ésta.
j.
Enhorabuena, unas fotos alucinantes!!
Gracias Jorge, ya echábamos de menos tus comentarios!
Pau, gracias por comentar y bienvenido al blog…
Es un lugar que me encantó durante mi viaje, paz y tranquilidad que te sacan del bullicio de ciudades como Osaka o Tokio.
Preciosas fotos :D
Es un lugar perfecto para desconectar después de los días en la ciudad. Muchas gracias por comentar José Carlos!