Era de noche y las luces del cruce de Shibuya nos dieron la bienvenida a Tokyo. En una de las pantallas gigantes veíamos el videoclip de un grupo pop de chicas vestidas de colegialas. Las pantallas emitían también sonido así que pudimos oír sus estridentes voces en lo que fue nuestro primer encontronazo con el ‘J-pop’ (Pop Japonés). Las luces de los rótulos y de las pantallas eran lo suficientemente fuertes como para que el ayuntamiento se hubiese ahorrado el alumbrado público de ese cruce. El semáforo se puso en verde y cruzamos rodeados de cientos de personas.
Unos cien metros más allá del cruce en dirección a nuestro hotel todo estaba mucho más tranquilo. Una vez nos alejamos de la estación de Shibuya las calles se vaciaron y pasaron a ser mucho más estrechas. Las líneas perfectamente pintadas en el suelo, la limpieza y lo organizado que vemos todo en un espacio tan reducido nos da la sensación de estar en una ciudad de juguete en la que un niño gigante se pondrá a mover un coche en cualquier momento. Bueno… es verdad, es tarde y quizás, con el ‘jet lag’, estemos ya desvariando un poco.
Pero a la mañana siguiente la sensación sigue siendo esa, una ciudad de juguete hasta que llegamos de nuevo a la estación de Shibuya y ahí todo adquiere otras proporciones.
Frente a la entrada principal vemos la estatua de un perro llamado Hachiko rodeada de gente. En la década de los años 20 un profesor de la universidad de Tokyo tenía un perro que cada tarde le esperaba a la salida del metro de Shibuya. En 1.925 el profesor murió pero el perro continuó yendo cada día a la salida de la estación a esperarle durante once años hasta que murió. Los vecinos decicieron conmemorar la fidelidad de Hachiko construyéndole una estatua en su memoria. Ahora el bus vecinal se llama Hachiko y la salida del metro de Shibuya más conocida es la ‘Hachiko Exit’.
La primera sensación al entrar en el metro es de un caos descomunal. El mapa de las líneas sobre las máquinas expendedoras de billetes nos deja a cuadros, más aún cuando vemos que ésas líneas son sólo las de la compañía ‘JR’, no las de ‘Tokyo Metro’. Las estaciones tienen un montón de andenes y salidas distintas. De todas formas, fijándonos un poco más y observando lo que hace la gente enseguida empezamos a ver un orden en todo ese caos.
Comenzamos a visitar diferentes zonas de la ciudad y pronto entendemos que Tokyo no tiene un centro como cualquier ciudad europea. Tokyo no tiene una Plaça Catalunya ni una Puerta del Sol. La ciudad fue creciendo alrededor de las principales estaciones de metro y tren como la de Shibuya, Shinjuku, Ginza, Ikebukuro…
Una de nuestras primeras paradas es una de esas estaciones: Akihabara, la ‘ciudad eléctrica’. Hoy más bien la podrían llamar la ‘ciudad digital’ o incluso ‘manga’ o ‘friki’ directamente. Compramos una cámara nueva en la mayor tienda de electrónica del mundo con tropecientos pisos. También abundan las tiendas (de varios pisos) de manga (cómic japonés) y de figuritas de sus personajes. En la calle principal de Akihabara unas amables señoritas disfrazadas de sirvientas con cofia gritan mensajes ininteligibles para nosotros y nos dan unos folletos que anuncian los ‘Maid Café’. En esos cafés uno puede hablar con una chica mientras toma algo. La chica le tratará de señor y ella será su sirviente. No tiene nada que ver con sexo, sólo se trata de charlar un rato y de que te llamen ‘master’ de vez en cuando.
Antes de seguir decidimos tomar algo en una cafetería comprobando que nuestra capacidad de sorpresa sigue intacta. Nada más entrar todos los empleados que tenemos a la vista nos saludan. Nosotros contestamos con un ‘Konichiwa’ (hola) que suena seco después de oír sus saludos tan largos. Una señora entra destrás nuestro, se dirige a las mesas. Coge el monedero y deja el bolso abierto en una silla y se coloca detrás nuestro en la barra para pedir. La gente deja móviles, carteras, chaquetas en las mesas para guardar sitio. Después de tomar el café nos dirigimos a la puerta para irnos y de nuevo todos los empleados nos las gracias diciendo cada uno por su lado de forma melódica: ‘Arigato gozaimaaaaaaas!!!’ (muchas gracias). En algunos lugares el grito y la melodía es tan exagerado que parece que nos hayan atendido los niños nipones de San Ildefonso cantando el gordo de Navidad.
Volvemos al metro y vemos que algunas líneas tienen horarios. Los trenes de otras líneas pasan cada dos o tres minutos como mucho. De hecho, vemos un cartel fijo en el andén que dice en inglés ‘el próximo tren llegará enseguida’. ¡Ni que lo digan! No nos haría falta llevar reloj y, de llevarlo, podríamos ponerlo en hora con el horario del metro porque todos los trenes salen con una puntualidad increíble.
Ya en el vagón vemos que todo el mundo mira su ‘Keitai’ (móvil) de forma casi enfermiza y que muchos se duermen incluso de pie. Más adelante nos daremos cuenta de que en el metro hay que llevar el móvil en silencio y que, además, está prohibido hablar por teléfono para no molestar. Para la cantidad de gente que hay en el vagón hay bastante silencio. Incluso aquellos que parecen conocerse no hablan mucho entre ellos. En nuestra estación de destino vemos un cartel con un dibujo de unos chavales en corro donde dice algo así como ‘Os lo podéis estar pasando muy bien, pero no gritéis, no molestéis’. -Excepto la primera frase nada de lo que dice este párrafo sería posible en España ¡aunque muchos lo agradeceríamos!-
Por la tarde quedamos con un compañero de trabajo de Marcial en Asakusa, un barrio popular y céntrico donde visitamos el templo de Senso-Ji. Aprendemos que los templos son todos budistas y que los lugares sagrados del sintoísmo (la religión originaria y tradicional de Japón) son santuarios. Los primeros, como este de Senso-Ji, son mucho más coloristas y recargados que los santuarios. Aunque ya tendremos tiempo más adelante de hablaros de los templos y santuarios japoneses.
Lo que si os decimos ahora es que esa visita al templo nos hace ver el lado más tradicional de Tokyo. La ciudad de los neones, ultramoderna, con miles de modas y las últimas tecnologías también tiene lugar para la tradición.
En la calle trasera de la avenida con luces, anuncios y cientos de personas absortas en las pantallas de sus móviles de última generación, hay un grupo de chicas frente a un altar lanzando unas monedas, dando dos palmadas y rezando con las manos juntas.
Esa mezcla se extiende a muchos ámbitos de la vida y cultura japonesa. Por ejemplo, esos cómics japoneses llamados ‘manga’ que vimos en Akihabara y que eran algo aparentemente moderno tienen su origen en los ‘ukiyo-e’, unos grabados cuyos inicios datan de la década de 1.670.
Esa misma noche nos llevaron a cenar a Gompachi, el restaurante donde se rodaron algunas escenas de la película ‘Kill Bill’ y después fuimos a un Karaoke donde se cantaba en pequeñas salas privadas donde, además, es costumbre disfrazarse.
Al salir, el metro había cerrado así que cogimos un taxi pero ‘-¡no! ¡espera!’ la puerta trasera del taxi se abrió sola, subimos y se cerró también automáticamente. ¡Qué gran avance! En Tokyo no te puedes encontrar en esa situación en la que al cerrar la puerta del taxi no sabes si va a quedar mal cerrada o si te vas a pasar de fuerza con la consiguiente cara de mala leche del taxista.
Y hasta aquí nuestros primeros pasos por Tokyo… Más historias y anécdotas en las siguientes entregas: ‘Tokyo, un domingo cualquiera (de verano)‘ y ‘Sayonara Tokyo’.
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¡Genial! Como siempre… Y ahora todavía tengo más ganas de ir…
A seguir disfrutando… y contándonoslo todo, ¡gracias! O mejor: Arigato gozaimas! :-)
Queremos fotos de ese karaoke con disfraces!! Y con lo que contáis, aún tengo más ganas de visitar Japón. Una cultura de otro mundo para los Spanish. Grandes fotos, once again. Las siguientes con la nueva cámara?
Flipo con vosotros aventureros! Qué alucinante todos lo que explicáis! Y las fotos, guapísimas, como siempre. Muchos saludos!
Gracias. Sorprendente. Lo que contáis de los centros alrededor de las estaciones de metro, me empuja a volver a leer alguna novela sobre Tokyo. Y, Marcial, ¡¡qué notable lo de dejar todo sobre las mesas¡¡¡ Qué estupendo esa confianza. Espero con mucho interés la próxima entrega Hasta pronto, un abrazo
Ya sabéis como soy, y os juro que he intentado que me saliera otra cosa, pero solo os puedo decir… cabrones!!!! :) Tengo muchas ganas de veros e intercambiar anécdotas! Un beso gordo gordo! Martina
Isabel, muchas gracias por el comentario… Desde luego, te animamos a que vayas! Besos!
Carlos, las fotos del karaoke mejor te las enseño en privado! Y, bueno, aquí ya hay alguna foto con la cámara nueva pero aún tengo que hacerme a ella un poco. A ver si en la siguiente entrada identificas qué fotos están hechas con la nueva.
Muchas gracias Vicky! qué bien saber que sigues pasando por aquí! Besos
Gracias Rosa! no leas sobre Tokyo, viaja a Tokyo!
Martina, como sabes, la envidia es mutua!