Opuwo – P.N. Etosha. 4 días, 743 kms.
Era noche cerrada. Ya teníamos el fuego encendido y abierta la tienda sobre el techo del coche. En cuanto los pimientos de la brasa empezaron a oler, oímos un ruido de hojas que nos alertó. ‘¿Qué ha sido eso?’ Iluminamos a nuestro alrededor con el frontal y dos ojos de color verde aparecieron en la oscuridad. Después dos más. Se acercaban… ‘¿Serán perros?’ No había mucho tiempo para debatir, así que, me acerqué y dí una patada en el suelo levantando el brazo para auyentar a aquellos ojos incógnitos. Afortunadamente, los ojos desaparecieron igual que habían llegado. ‘Eran perros’. ‘Sí, seguro’. Me acerqué al barracón de los lavabos y en los espejos un cartel con fotos decía: “Beware of the jackals”. ‘¿¡Chacales!?’ En las fotos aparecía una especie de lobo… ‘¡Ah, vale! ¡Esto es un chacal!’ Sin saberlo, habíamos auyentado a una pareja de chacales. Si no llegamos a pensar que eran perros… nos acojonamos y nos comen, ¡jeje!
Llevábamos ya unas horas en el Parque Nacional de Etosha, una de las reservas de vida salvaje más grande del mundo. Para que os hagáis una idea, el Parque tiene una extensión similar a la de la Comunidad Valenciana. Nosotros íbamos a cruzarlo de oeste a este (vale, sí, no vamos siempre «hacia el oeste»…) un camino de gravilla y un límite de 60 kms. por hora. 350 Kilómetros -en línea recta- para descubrir en cuatro días.
Aunque no es una kilometrada por día, se puede hacer pesado ya que está prohibido bajar del coche salvo en los alojamientos y los escasos puntos de picnic y WC que hay repartidos por el parque. Pero, aquí no se trata de llegar al destino, sino de disfrutar del camino y de la fauna del Parque Nacional, así que las jornadas confinados en el coche se hacían largas y el culo se quedaba cuadrado.
Pero valía la pena. Dispersas aquí y allá aparecían pozas que eran para los animales como oasis en mitad de un inmenso desierto. En plena época seca, el cielo de Etosha estaba siempre despejado y el sol de mediodía pegaba sin clemencia. Sólo una fina capa de arena y polvo enturbiaba el cielo dándole un tono grisáceo. Al menos, parecía que el gigantesco salar que le da nombre al parque tenía algo de agua a lo lejos. Pronto nos dimos cuenta que aquello no era agua sino el efecto del calor de los rayos del sol refulgiendo sobre la superficie blanca…

El ‘Etosha pan’. Los puntitos que se ven en el horizonte son avestruces…
Así, en medio de aquel secarral, una poza repleta de agua era el lugar perfecto para ver animales ya que en algún momento debían beber. Así que a acomodar bien el culo al asiento del coche y a esperar…
En algunas pozas esperamos y esperamos, pero en la mayoría, la ida y venida de animales era incesante. Era relativamente fácil ver cebras, gacelas, órices, jirafas, jabalíes… Menos común era ver elefantes, avestruces, kudus, impalas, búfalos y ñús. Y los más difíciles iban a ser los leones, leopardos, hienas y rinocerontes.
Enseguida vimos que los animales bebían por turnos. Se observaban y se respetaban. Algunas especies bebían a la vez, como las cebras con las gacelas, ya que unas tienen buena vista y otras buen oído… Así se complementan a la hora de alertar sobre la presencia de algún depredador.
Las jirafas lo tienen más jodido… básicamente, porque no llegan al agua con la cabeza. Se vigilan unas a otras pero tienen que beber literalmente espatarradas para llegar al agua. Incorporarse no es siempre fácil, así que beber es el momento más peligroso de del día para ellas y una buena oportunidad para sus depredadores.
Entre poza y poza también encontramos grupos de animales cerca de la carretera. En las llanuras no era difícil ver cientos de cebras. Seguimos flipando con el ruido que hacen al galopar. Muchas veces, los machos se enfrentan saltando y repartiendo coces levantando una nube de polvo a su alrededor.
Las cebras se intentaron domesticar sin éxito durante siglos. No es tan raro pensar “si sólo son una especie de caballo chato con rayas, ¿por qué no?” Pues no… nadie lo ha logrado. Para nosotros ese carácter indómito las hacía aún más especiales.
Vimos cientos y cientos de cebras… sí, con rayas negras, aparentemente todas iguales… Pero, tampoco. Las rayas son la huella dactilar de una cebra. Cada una es única. Ellas, por difícil que parezca cuando las tienes delante, se reconocen. Además, las rayas les protegen de los depredadores, ya que al ir siempre en grupo, si una es atacada, se juntan todas y el depredador lo tiene difícil para averiguar cuál es la cebra herida.
En un par de días ya habíamos visto un sinfín de cebras, jirafas, elefantes, impalas, gacelas, ñús, kudus y hasta rinocerontes… pero ¿dónde estaban los leones? ¿Y los leopardos?
Antes de la puesta de sol había que estar ya en el campamento y no se podía volver a salir hasta el amanecer. Los leones cazan principalmente de noche pero, bueno, en algún sitio debían estar durante el día, ¿no? De hecho, madrugamos cada día para salir del campamento con el sol y apurábamos la tarde hasta el atardecer. Esos eran, en teoría, los mejores momentos del día para ver la vida animal en plena acción. Aún así, ni rastro de los leones y leopardos.
Por la noche estábamos confinados en los campamentos. Afortunadamente, todos ellos tenían una poza justo al otro lado de la valla que iluminaban por la noche con focos. Sólo por el hecho de estar cómodamente sentados fuera del coche ya valía la pena acercarse a la poza a ver qué se cocía…
Nuestra primera “waterhole night” nos dejó boquiabiertos. Unos metros más allá de la poza iluminada, la oscuridad impedía siquiera intuir el paisaje que la rodea. El ruido llega antes que los animales. Oímos a lo lejos unos pasos que parecen quebrar los guijarros que rodean la poza. Al poco, una silueta empieza a salir de la oscuridad hasta que el foco ilumina el cuerpo de un rinoceronte. Antes de beber, se acerca hasta el borde de la valla, a unos tres metros de los presentes. Es impresionante.
De repente, el silencio sepulcral se rompe con un grito al que siguen más y más… “Son hienas” comenta el personal… Los aullidos son desconcertantes y desgarradores, como gritos de un maníaco desesperado. Apenas unos minutos después desaparecen por completo, devolviendo a la noche un silencio absoluto.

Una hiena
Mientras el rinoceronte bebe, otro ruido seco, con un compás lento, dirige nuestras miradas hacia la derecha. Son dos elefantes. Beben, comen y, sin venir mucho a cuento, se enfrentan embistiéndose. El ruido al chocar sus cuerpos es brutal.
Pasamos muchas horas en los «waterholes» nocturnos… alguna noche hasta quedarnos completamente solos. A veces conseguimos el premio y otras sólo el pesado croar de las ranas de la charca.
Estamos un poco pesaditos con lo de los ruidos, sí. Pero cuando uno imagina un safari como algo sólo para ver y acaba frente a una poza cerrando los ojos para concentrarse en los ruidos, por algo será, ¿no? Es algo que nos cuesta mucho describir…
En el tercer día, cuando ya habíamos perdido un poco la esperanza, logramos ver tres leonas en la poza de Rietfontein. Estiradas al sol descansaban, probablemente, de una madrugada de caza. Estaban lejos, pero, incluso sin los prismáticos, se las veía imponentes. A unos 200 metros, los pocos animales que se acercaban a beber mantenían siempre la distancia, sin quitarles los ojos de encima.
Sólo nos quedamos sin ver leopardos… De todas formas, seguiríamos nuestro camino con un recuerdo imborrable de nuestros días recorriendo esa naturaleza salvaje. Al fin y al cabo, si fuese tan fácil verlos estaríamos en el zoo. La naturaleza funciona de otra manera… y ojalá siga siendo así siempre.
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Fascinante, el mundo salvaje es lo más bello del mundo. Qué pena que el hombre esté acabando con todo ésto.
Sí, aunque, por fortuna, en esos lares se protege la naturaleza… También porque da un rédito ecónomico, todo sea dicho. Gracias por comentar!
Impresionante viaje este. De entre todas las emociones, me imagino que la de dos elefantes enfrentándose debe ser la más impresionante, no?
Gracias por compartirlo, es casi como viajar a vuestro lado.
Abrazo.
Jota.
Sí, la oportunidad de ver a los animales salvajes de tan cerca fue toda una experiencia. Con esos dos elefantes flipamos… Gracias por comentar!
Sois unos desalmados, contándonos todo esto. :) Un abrazo de un envidioso sentado en frente del ordenador.
Jajaja! gracias Óscar! Si te sirve de consuelo, ya volvemos a estar frente a nuestros ordenadores… Un abrazo!
Genial la foto de los dos elefantes acercándose. Y la de los elefantes en manada. Y la de la jirafa bebiendo con la cebra de fondo. Vaya, que todas!!! Me encantan desde ya las cebras, by the way :)
Qué grandes los momentos nocturnos, no? Impresionan ya desde la lectura.
Loving Africa!!!
C.
Gracias! la verdad es que fue espectacular. Se agradece ver que también impresiona al leerlo… ;-)
¡Gracias por traerme tan bellos e impresionantes recuerdos!
De nada ;-)
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