Cargados con las mochilas avanzábamos sobre nuestra moto por la carretera que nos llevaría a Loboc. El verde omnipresente de la vegetación se veía sólo interrumpido de vez en cuando con una efímera vista del mar a nuestra derecha. Incluso la aldea más pequeña que cruzábamos presumía de una cancha de básquet, de una iglesia y, en el mejor de los casos, de algún buen cantante de karaoke. Sí, allá donde hubiese personas y electricidad debía haber un karaoke sonando a todo trapo. Más adelante, un agradable olor a parrilla captaba nuestra atención. Unos cochinillos enteros giraban asándose sobre las brasas a la puerta de un sencillo restaurante. En ese momento, nos sobresaltó un bocinazo que indicaba que el ‘Jeepney’ que llevábamos detrás iba a adelantarnos. Los chavales que iban de pie, encaramados a la parte trasera de aquél curioso vehículo, nos saludaban mientras, de repente, a una gallina y sus polluelos les daba por cruzar la carretera en plan kamikaze… Un buen frenazo y ¡bufff! ¡Por poco! Un día más para la familia Pollo.
Estaba claro: ya habíamos llegado a Filipinas.
Con sólo un vuelo de una hora desde Manila estábamos en el corazón de la cultura rural y popular de una isla cualquiera de Filipinas. Un archipiélago con más de 7.000 islas mucho más homogéneo en cultura y religión que otros países desperdigados a ese nivel como, por ejemplo, Indonesia. A excepción de Mindanao donde el ‘Frente Moro de Liberación Islámica’ lucha por la independencia de esa isla del sur, el resto del país es claramente católico debido a los más de 300 años de colonización española. Los españoles trajeron consigo no sólo la religión sino también la gastronomía, la lengua y la cultura. Aún es posible apreciar esa herencia en la comida, los nombres de sus habitantes y sus pueblos y algunas palabras que se siguen usando en castellano. Después, con la pérdida de las colonias españolas, Estados Unidos pasó a controlar el archipiélago desde 1.899 hasta 1.946, fecha de la independencia de Filipinas, y sólo con la interrupción de la invasión japonesa de las islas durante la 2ª Guerra Mundial. La influencia norteamericana se deja notar también en la comida, el básquet, la música y en el idioma, ya que todos los filipinos hablan tagalog e inglés. Todas esas influencias le han dado al pueblo filipino un toque ‘asiático-latino’ único en el mundo.
Tras dejar el equipaje en Loboc seguimos la carretera hacia Carmen, en el interior de la isla de Bohol, donde el tiempo en plena temporada de lluvias debía ser más seco que en otras zonas del país. Pero no era así, un cielo totalmente cubierto amenazaba con descargar con fuerza en cualquier momento.

Sí, efectivamente, en esa moto iban cinco…
Así llegamos a las llamadas “chocolate hills”, un conjunto de más de 1.200 colinas redondeadas que surgieron del lecho de coral que quedó cuando se retiró el mar en esta zona hace millones de años. La lluvia las ha erosionado hasta alcanzar su forma actual.
Tienen unos 40 metros de alto y, al menos en esta época del año, su color no hacía honor a su nombre. Y es que lo del “chocolate” viene del color que tienen durante la época seca, cuando el sol y la falta de lluvia deja su vegetación de un color marrón claro. En esta época, como el resto del paisaje, son verdes… Así que entre “green hills” o “chocolate hills” alguien debió optar por lo de “chocolate” que, además, vende mucho más.
Aunque la vista de las colinas era bastante llamativa, la carretera que nos llevó hasta ellas era casi mejor. Atravesamos algunas aldeas, rodeadas por arrozales y también tramos de muchas curvas entre frondosos bosques de caoba donde la temperatura bajaba de forma brusca. Parábamos cada pocos minutos a hacer fotos o a quitarnos o ponernos el chubasquero al capricho de la lluvia que iba y venía continuamente.
Ya con un poco de hambre, y con un amenazante nubarrón negro sobre nuestras cabezas, paramos al lado de la carretera donde vimos una especie de restaurante con unas mesas llenas de ollas que daban a la calle. Era lo que se conoce como ‘Carenderia’, donde básicamente cualquiera puede acercarse e ir abriendo las ollas para elegir qué quiere comer. Adobos, guisos y fritos de carnes o pescado siempre con una taza de arroz blanco para acompañar. Así que dos platos de guiso de pollo, dos raciones de arroz y una coca cola de litro fueron nuestro primer contacto con la auténtica gastronomía filipina. El formato nos convenció de primeras ya que se podía comer rápido, casero y en un lugar típico y popular. A la hora de pagar ya caímos rendidos: “siento sesenta y tres pesos” nos dijo la amable señora recordándonos que los números en tagalog son igual que en castellano y haciéndonos ver lo barato que podía ser comer en un lugar local. Sí, esos “siento sesenta y tres pesos” eran al cambio 2’75 euros.
Ya con el estómago lleno y todo el chaparrón encima llegamos a un centro de protección del tarsier, un minúsculo habitante endémico de este rincón del planeta. Aunque los tarsiers parecían unos monos enanos pronto nos dijeron que no eran monos, aunque pertenecían a la familia de los primates. Bueno, la verdad es que no lo acabamos de entender muy bien.

Este estaba medio dormido…
Sin contar la cola, tenían el tamaño de un puño y unos ojos exageradamente grandes en relación con su cuerpo. En ocasiones, había que esperar a que los abrieran ya que los pobrecillos son animales nocturnos. Así que se pasan el día agarraditos a una rama sin apenas moverse intentando dormir pero, claro, rodeados de visitantes que los mantienen medio desvelados todo el día. ¡Eso sí que debe ser un buen ‘jet lag’ y no el que llevábamos nosotros! Según explicaron, los tarsiers se pasan la noche cazando y comiendo insectos aunque seguro que los de ese centro también debían aprovechar para echar alguna cabezadita.

Y este no podía más con el insomnio…
La lluvia no nos abandonó en esos primeros días del viaje. Transitábamos enfundados en esos chubasqueros que de tan impermeables son totalmente intranspirables. Con la mezcla de calor y la humedad que nos acompañaba, nos preguntábamos sino iba a ser mejor empaparnos de lluvia fresquita que de nuestro propio sudor… Acabamos siendo expertos en ponérnoslos y quitárnoslos en un minuto a pie de carretera aunque, tras su uso, ya era imposible volver a doblarlos tal y como venían, pasando a ocupar, mágicamente, el doble de espacio allá donde fuesen a parar.
En cada pueblo por el que pasamos durante nuestros días en Bohol parábamos a visitar sus iglesias, famosas por ser alguna de las más antiguas de Filipinas y por estar construidas con piedras de coral. A distancia los muros parecían un tipo de piedra blanca bastante común pero al acercarnos vimos en la piedra formas de sedimentos marinos.
La mayoría de esas iglesias estaban en un estado de conservación muy pobre, sin ventanas, con carcoma en la madera y unas humedades de tal calibre que no nos hubiese extrañado mucho ver a un pulpo enganchado en alguna esquinas del techo… Aún así, ese mismo estado tan decadente les daba un toque exótico sobre todo ante nuestros ojos acostumbrados a las iglesias que tenemos más cerca de casa.
Lo que está claro es que las iglesias de pueblos como Bilar, Loboc, Baclayon o Albuquerque no tenían aquel estado casi ruinoso por haber caído en el olvido ya que, al menos cada domingo, todas ellas estaban a reventar a la hora de la misa. En su interior encontramos también muchas lápidas escritas en español.
Al día siguiente nos tocaba elegir nuestro siguiente destino. No dejaba de llover así que echamos mano de la previsión del tiempo para ver por dónde podría salir el sol los siguientes días. Al contrario que nosotros, “Accu Weather” había decidido no mojarse: todos los días y para todos nuestros posibles destinos la aplicación marcaba: nube negra, lluvia, relámpago y una esquinita de sol detrás… ¡Bravo! ¡Así en época de lluvias acierta cualquiera “Accu Weather”!
Visto lo visto, quizás la mejor apuesta era quedarse donde estábamos… ¡o no!
¡Hasta la próxima!
post genial!! que fotos!!!!!!!!!!!!!!1
Como siempre vuestro blog es fantástico por las fotos, los comentarios y lo instructivo. He descubierto una especie nueva: los tarsiers, me quedé impresionada con esos ojos y esa mirada. Ya han conseguido que algunos estemos alerta esperando la próxima entrega. Bravo pareja. Besos Rosa
No me puedo creer que con esa mini-cámara hagáis esas fotos!! Grande Marcial!
No sabemos quién eres pero te diremos que no todas las fotos están hechas con esa cámara!
Beautiful Marcial!!! Thank you for taking us on your travels!! Absolutely beautiful eye!!
That was from me, Donnie, by the way! :)
Thanks for passing by and drop a comment! It’s great to hear from you… Please come to Barcelona sometime!
Buenísimo este arranque en Filipinas. Muy interesante. Una vez más quedamos atrapados con vuestras fotografías y relatos. Congratulations!
Simplemente genial, como siempre.
Lo de Accuweather es lo normal por aquí, ponen siempre lluvia, que «malo será» que no acierten… :-)
Sé que te debo fotos, Marcial, a ver si las veo (aún no he tenido tiempo) y selecciono alguna.
Sañudos,
IsabelMG
Esperamos las fotos Isabel… tenemos ese viaje en la lista de pendientes! ;-)
Ay, qué ganas de volver a viajar desde el ordenador del trabajo… ;)
¡Genial post! Aún siento que el monito ese me mira fijamente.
Un abrazo
j.
Filipinas, ese desconocido y precioso país! Que recuerdos me trae Bohol!
Muy buen post, enhorabuena :)
Muchas gracias por comentar! felicidades por los 3 años de tu magnífico blog. Saludos!
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