Sisira y su familia regentaban el “Gagadiya Resthouse” en Sigiriya, un alojamiento familiar con solo dos habitaciones. Apenas hablaban inglés pero fueron tan hospitalarios que nos dio igual. Sus hijos eran encantadores y su mujer cocinaba de maravilla. Aquellas cenas y desayunos en familia nos sorprendieron con el mejor ‘rice & curry’ de todo el viaje. Y el ‘rice & curry’ no es un plato cualquiera en Sri Lanka; de hecho, debe ser el plato nacional. Hay diferentes ‘curries’ que se combinan, a su vez, con pollo, ternera, verduras, pescado… Todos buenos pero, para nosotros, el mejor que preparó la mujer de Sisira fue el de pescado de río, que solo se come en el interior de la isla.
Al día siguiente nos dirigimos en moto a Dambulla. Allí se halla uno de los templos más importantes de Sri Lanka, el “Royal Rock Temple”. Al llegar la visión no fue muy alentadora. Aparcamos la moto junto a decenas de tuc-tucs y algún que otro autobús en un gran aparcamiento de tierra. Una estatua moderna de Buda construida con cemento, un puesto de souvenirs y zumos y un templo llamado “Golden Temple” nos dieron la bienvenida al recinto. Ese templo, construido con donaciones japonesas en el año 2.000, podría entrar sin mayor problema en la lista de los más horteras de Sri Lanka.
Por fortuna, la cosa fue mejorando a medida que empezamos a subir unas antiquísimas escaleras de piedra hacia las cuevas que conformaban aquel templo en las rocas. Al llegar a la cima de la colina, dejamos el calzado y pagamos la entrada.
El templo consta de cinco cuevas naturales en las que se reparten 150 estatuas distintas de Buda. En la primera vemos un Buda reclinado de quince metros de largo, casi encajonado en la cueva. La segunda, con 52 metros de largo y 7 de altura, es la cueva más grande. En el medio, un gran recipiente de piedra recoge agua que se filtra por la roca incluso en épocas de sequía. Ese agua se usa solo para fines religiosos.
Las otras tres cuevas son mucho más pequeñas, lo que les aporta un ambiente más íntimo. En todas ellas encontramos decenas de estatuas de Buda en las diferentes posiciones de meditación en las que se representa. También son impresionantes las pinturas que recubren todos los techos y paredes de cada cueva.
El lugar es una mezcla de visitantes internacionales y locales que van a las cuevas a rezar. Las cuevas son un lugar sagrado desde el siglo I antes de Cristo. De hecho, algunas estatuas y pinturas tienen más de 2.000 años de historia. Otras, sin embargo, se fueron añadiendo por distintas dinastías hasta el siglo XX. Parecía mentira que no pudiéramos diferenciar fácilmente entre las estatuas o pinturas nuevas y las antiguas. Todo mantenía un estilo sorprendentemente homogéneo.
De vuelta con la moto, nos dirigimos hacia el que podría ser el lugar más icónico de Sri Lanka: La roca del león.
Esa roca es una mole de piedra que se levanta más de trescientos metros por encima de la jungla de los llanos de Sigiriya. Nada más verla, sabemos que tenemos que llegar hasta su cima. Cientos de peldaños después y tras subir por unas escaleras de caracol asidas a una pared vertical, llegamos a un área más amplia antes de encarar la última parte del ascenso.
En esa zona vemos los pies de un león tallados en la roca. Por desgracia, esos pies son lo único que queda del león que daba la bienvenida a todo aquel que visitaba la roca. Cuando tengamos la máquina del tiempo sin duda volveremos allí para entrar por la boca del león y llegar a la parte más alta de su lomo, la cima.

Los pies del león

Ilustración de la Roca del León
Así, aparte de quedarnos boquiabiertos como el propio león, desvelaríamos el secreto de Sigiriya: sabríamos qué había en la cima de aquella roca solitaria en medio de la planicie. Lo que pudimos ver eran restos de antiguos edificios, pero los arqueólogos no saben si allí hubo un palacio o un monasterio. Allí arriba ambas opciones nos parecían plausibles. Un palacio tendría una buena ubicación desde un punto de vista estratégico y defensivo. Por su parte, un monasterio también tendría sentido; la cima, alejada del ruido y con unas vistas preciosas, parecía un lugar perfecto para retirarse y meditar.

Vista desde la cima
Tras el descenso, nos acercamos con la moto a Pidurangala, otra roca cercana con un pequeño templo en su base. La escalamos para descubrir una vista impresionante de Sigiriya. El león tenía bien merecida su fama.
Al anochecer nos despedimos de él aún soñando con tener algún día esa máquina que nos permitiese volver al pasado de Sigiriya.
¡Hasta la próxima!
Sorprendente e interesante la Roca del León.
Un lugar un tanto raro no?
Muy bueno lo de los templos horteras…
Jejeje! Sorprendente si… Y lo de raro…? Exótico quizás? ;-) abrazos!
Impresionante lugar! Esas escaleras colgadas en la roca como por arte de magia. El ascenso en otra época debió ser muy complicado, buen lugar para refugiarse.
Pues si, la verdad es no me pregunté cómo subirían en la antigüedad hasta la cima. Partes del ascenso se hacen por escalones tallados en la roca pero en gran parte del recorrido hay escaleras metálicas con buenas barandillas.
Muchas gracias por comentar!