De madrugada iniciamos nuestro camino hacia el norte. Gokarna era nuestro destino, 370 kms. de carretera que tardamos 8 horas en recorrer. La guía describía Gokarna y sus alrededores como un lugar tranquilo, poco desarrollado y rodeado de playas paradisíacas; algo similar a como era hace años la ahora zona turística de Goa, unos 150 kms. más al norte. Lo cierto es que sonaba muy bien pero nuestros temores seguían ahí. Era la noche de fin de año y no teníamos alojamiento reservado. Nuestras llamadas desde Kannur intentando reservar cualquier lugar disponible sólo tuvieron como respuesta el ya clásico “Sorry, it’s fully booked”.
Aun así, cargados de moral le dijimos al conductor que nos llevara hasta ‘Om Beach’ que, según la guía era la mejor playa de la zona. Así que todas las fichas al mismo número… Al menos, si no encontrábamos un lugar donde dormir, pasaríamos la noche sobre la arena de la mejor playa de Gokarna. El camino de tierra que se acercaba a la playa estaba lleno de rickshaws (tuc-tucs), coches aparcados de cualquier manera y cientos de indios yendo y viniendo… Estaba claro que iba a ser imposible encontrar un lugar disponible para dormir allí.
Ya sin apenas un gramo de esperanza, Pablo y yo nos acercamos a la recepción del “Namasté Café”, un resort muy sencillo con restaurante y bar a pie de playa. Para nuestra sorpresa, nos dijeron que sí, que tenían 3 habitaciones dobles para nosotros, sin problema.
– “¡Pero si ayer llamamos y nos dijisteis que estaba todo completo!”
– “Ah, ya, es que no reservamos por teléfono…”
– “¡¡¡¿¿¿???!!!”
Y yo me pregunto… ¿No hubiese sido más fácil decir que no reservabais y que sí habría sitio? En fin, India…
Bueno, ¡lo que sea! Ya teníamos habitación. Volvimos a la furgo a avisar al resto del equipo… Nos acercamos cabizbajos como si no hubiésemos conseguido nada y… -“¡Venga! ¡Coged las mochilas que tenemos habitación!”. A la media hora, la mitad del grupo estaba en la terraza tomando unas ‘Kingfisher’ y los otros dándose un baño en la playa. En cuestión de minutos pasamos del pesimismo a la euforia… había salido todo redondo.
Antes de que se pusiera el sol aún quedaba un montón de gente en la playa. Por lo que vimos, esa zona era muy popular entre los turistas indios, que eran amplia mayoría. Comprobamos que en India no sería muy buena idea dedicarse a vender bañadores: las mujeres se bañaban siempre vestidas y la mayoría de hombres en calzoncillos.
Parecía, además, como si muchos de ellos jamás se hubiesen bañado antes en el mar. Entraban al agua en grupo y siempre hasta donde podían hacer pie… Luego se ponían en corro, saltaban levantando el agua con las manos y gritaban como auténticos posesos, rompiendo con la tranquilidad potencial que tendría el lugar.
Por si todo ese desenfreno acuático-hindú fuese poco para dar ambiente a la playa, nos íbamos cruzando con vacas que campaban por allí a sus anchas… Lo mismo una pasaba por encima de tu toalla como le daba por comerse una chancleta. Si aquellas vacas eran lo más desubicado respecto a nuestra imagen prototípica de una playa, tampoco se quedaba corta una pareja de policías, vestidos de verde con unos zapatos negros impecables, que controlaban que nadie bebiese alcohol en la arena.
No sabemos si era por la presencia de esos elegantes policías pero, para los estándares indios, tanto la arena como el agua estaban bastante limpias.
Caía el sol y debíamos ir organizando la velada de Nochevieja… Un camarero que nos fuimos ganando a base de propinas nos iba a reservar una mesa para los seis y nos advirtió que el bar cerraría a las once y media. –“¿Perdón? ¡Pero si es fin de año!” Al parecer a esa hora dejaban de servir comida y bebida pero podríamos quedarnos en la terraza todo el tiempo que quisiéramos.
En realidad, nuestro fin de año no es una celebración típica india. Los hindús y los sikhs tienen su propio año nuevo, el Diwali, que cae entre mediados de octubre y de noviembre. Lo celebran estrenando ropa nueva, compartiendo dulces y tirando petardos y fuegos artificiales. La entrada del año nuevo hindú es una de las noches más significativas y alegres del año en India. En definitiva, para los indios nuestro fin de año no era más que una excusa para echar cuatro cohetes y trasnochar un poco…
Tal y como nos adelantó nuestro amigo el camarero, a las once y media empezaban a cerrar el bar así que hicimos acopio de unas cuantas cervezas más. El wifi no daba ni para descargar el sonido de las campanadas así que, cuando el móvil marcó la medianoche, emulamos las doce campanadas chocando dos botellas de Coca-Cola. En lugar de uvas nos comimos doce Corn Flakes de mango cada uno y brindamos con cerveza y un poco de whisky que Pablo cargaba desde la tarde en Coorg.
A esa hora aún había ambiente en la playa, vimos algún cohete y petardos. La gente, muy simpática, nos deseaba feliz año nuevo y nos preguntaba, cómo no, de dónde éramos y cómo nos llamábamos.

Aunque desenfocada (por la falta de luz no por la bebida…) vale para ilustrar el fiestón…
Con un poco de música del móvil y charlando se nos fue pasando el rato hasta que se acabó primero el whisky y después las cervezas, que ya estaban calientes. Nuestro camarero estaba aún por ahí, celebrando con unos amigos, y aún nos pudo ofrecer un poquito de ron… Nos quedamos en la terraza hasta que ya sólo quedaban las vacas comiendo los restos de la fiesta en la playa… Sí, a nuestra edad aún seguimos cerrando todas las fiestas. Eso sí, eran sólo las dos y media.
A pesar de que no trasnochamos en exceso, al día siguiente nos lo tomamos con calma. Fuimos a una playa cercana llamada Kudle beach que era más amplia y larga que Om beach y con más turismo internacional. También había más oferta de restaurantes y hostels.
La presencia de las vacas ya no nos llamaba tanto la atención como el día anterior aunque el paseo de un extremo a otro de la playa era entretenido. Algunos chicos jugaban a vóley playa, unas señoras cargaban cajas con bebidas para los restaurantes y abundaban los vendedores de cocos y alhajas baratas…

Un buen curry a pie de playa para reponer fuerzas
Fueron dos noches de relax que nos vinieron muy bien antes de seguir nuestro camino. Un fin de año como nunca lo habíamos vivido: con calor y bañándonos en el océano; en unas playas cuyo exotismo no se hallaba en una arena blanca, un agua turquesa y unas cuantas palmeras, sino en los bañistas indios, las vacas y los policías uniformados… ¡que tampoco está nada mal!
¡Feliz 2015!
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Muy notable y curioso este fin de año. Me he divertido imaginando las situaciones, las vacas comiendo chanclas..
Un fin de año muy diferente a cualquier otro de los vividos… Las vacas en India comen de todo, te sorprendería ;-)
Abrazos!
Reblogueó esto en Primos lejanosy comentado:
Reposting from Siemprehaciaeloeste.com… A New Year’s Eve in India :)
Yeah! gracias primitos… ;-)
Jeje Aunque las campanadas fueran a base de Mango Corn Flakes, no faltaron los buenos bailoteos sobre música del móvil. ¡Y qué bien sentaron esos bañitos en la playa a caballo (o a vaca) entre 2014 y 2015! Yo ya viví un fin de año playero en Tenerife y se lo recomiendo a cualquiera, pero en la India todo es diferente, sin duda.
Jeje! sí me faltó hacer referencia a nuestra perfomance de «volare» sobre las sillas! pero bueno, tengo el vídeo, jeje! Habrá que repetir más fines de año en la playa! Abrazos!