Las carreteras indias nos seguían sorprendiendo. En el carril contrario un camión viejísimo cortaba el tráfico. Estaba rodeado de gente recogiendo algo del suelo “¿Qué es eso?” “¿Se mueve?”… Era una imagen bastante desconcertante… Y sí, lo que estaban recogiendo se movía. Eran peces vivos que se retorcían y saltaban, ahogándose, sobre el calor del asfalto. Al parecer, el camión, que bien podía tener 50 años, llevaba agua y peces vivos como carga pero sin estar ni siquiera tapado. Un frenazo debió dar con gran parte de la carga fuera. Desde luego, ver todos esos peces retorciéndose en el suelo mientras la gente los recogía y los lanzaba al aire para meterlos de nuevo en el camión no es algo que veamos cada día.
Después del lanzamiento de peces vivos, supongo que hablaros de adelantamientos dobles, conductores suicidas e incluso coches circulando en contra dirección por la autovía no os sorprenderá en exceso.
En fin, como veis, las siete horas que empleamos en recorrer los 325 kilómetros que separaban Gokarna de Hampi dieron para mucho. La primera parada fue en un garito de carretera que no tenía mucha oferta. Aún era pronto por la mañana así que pedimos unos chais (té). Pablo tenía hambre y lo único que había por ahí era un congelador con helados. Ni corto ni perezoso decidió inventar el ‘helado de vainilla y chocolate mojado en chai’… Y aunque en ese momento todos los presentes nos reímos bastante; Pablo, yo estoy contigo: mezclar embutido y fruta también parecía raro y mira el melón con jamón que éxito tiene!
Unas cuantas horas después paramos en una pequeña aldea a estirar las piernas y tomar otro chai porque veíamos que nuestro conductor se sobaba. En cinco minutos, todos los niños del colegio salieron para saludarnos. El encuentro, entre los “what is your country?” y “what is your name?” con cada uno de los niños así como la sesión fotográfica, se alargó para desesperación de nuestro chófer.
Al fin llegamos a Hampi. El pueblecito no era más que un desordenado conglomerado de hostels, agencias de viajes, tiendas de souvenirs y restaurantes en los que abundaba la comida vegetariana. Pero eso no era lo que nos había llevado hasta allí, sino el conjunto de 2.700 templos y ruinas de la histórica capital del Imperio Vijayanagara, que gobernó durante los S. XIV y XVI el sur de India.
Esa misma tarde, nos acercamos al templo de Virupaksha, que es el único de los antiguos templos al que aún se le da uso como lugar de culto. Pese a ser impresionante, quizás lo más interesante fue poder verlo lleno no sólo de algunos turistas sino de mucha gente local.
Al atardecer subimos una ladera de piedra lisa, rodeada de templos en ruinas, que quedaba al lado del pueblo. Desde allí vimos la puesta de sol.
A la mañana siguiente arreglamos el precio con dos chicos que nos llevarían en ‘rickshaw’ por los principales templos durante todo el día. Vimos un montón de lugares interesantes… Si muchos de los templos eran ya de por sí impresionantes, el paisaje que los rodeaba no se queda atrás. Un paisaje como de otro mundo, con unas formaciones rocosas redondeadas, muy particulares, rodeadas de campos de arroz y palmerales. Todos coincidimos en que los templos sin esos paisajes no serían lo mismo y viceversa.
Al lado de uno de los templos un vendedor ambulante nos descubrió una bebida de soda con limón que se preparaba con azúcar o con sal y pimienta. Es verdad que el probre hombre lavaba los vasos pasándolos por un agua de dudosa procedencia pero aun así nos decidimos. Estaba muy bueno y, por fortuna, nos sentó bien y no tuvimos que arrepentirnos unas horas después.
En otros templos, coincidimos con grupos de escolares que estaban de excursión. Como no podía ser de otra forma, después de contestar una y mil veces a las preguntas de dónde éramos y cómo nos llamábamos, empezaba una interminable sesión fotográfica. En una ocasión, el desenfreno llegó a ser tal que una masa de niños arrastraron a Martina y Pablo hasta tirarlos al césped!
Acabamos la excursión de nuevo en lo alto de una rocas viendo el atardecer y regresamos al pueblo ya de noche. Al llegar, una humareda densa y desconcertante invadía todos los callejones de Hampi.
– ¿Oye, aquí las vacas fuman?
– Jejeje! No!
– ¡Pues se os debe estar quemando el pueblo!
– Jajaja! Es que están fumigando contra los mosquitos.
– ¿Cómo? ¿Fumigáis el pueblo entero? Jajajaja!
Al llegar al callejón de nuestro hostel, unos niños corrían como locos detrás de una bici que tenía instalado una especie de motor cuyo tubo de escape expulsaba el humo que provocaba aquella intensa neblina.
Después del incidente de los peces y el de la niebla, me vino a la mente ese pensamiento de que en India puedes ver cada día algo que jamás has visto antes en tu vida.
Paseamos un rato por el pueblo donde se podría decir que todo el mundo vive del turismo. Al contrario que en otras zonas que conocimos de India, como Varanasi o Agra, se agradecía que los vendedores no fuesen tan insistentes… De hecho, tras rechazar un par de veces sus ofertas, era posible empezar a hablar con ellos de otras cosas.
Buscamos un restaurante que recomendaba la guía un poco fuera del poblado. Caminamos río arriba a oscuras, entre cabras, y no vimos ninguna luz. Desistimos y volvimos al pueblo donde nos dijeron que aquel lugar ya no existía, lo habían tirado abajo.
Averiguando un poco más charlando con gente local, supimos que el plan del gobierno indio es derruir el pueblo de Hampi que, ciertamente, no es más que unas guesthouses agolpadas en la ribera del río sin orden ni concierto. Todos en el pueblo conocen los planes del gobierno que pasan por construir un aeropuerto cerca y unos cuantos hoteles de lujo en Hospet, que es la ciudad más cercana a las ruinas.
Visto desde fuera, eso tendría sentido. Al fin y al cabo, Hampi fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad, por sus paisajes y sus 2.700 templos, por lo que debería ser uno de los principales destinos turísticos del sur de India. La realidad, en cambio, es que sólo se puede llegar a Hampi por carretera y en tren hasta Hospet, a unos 30 kms. de las ruinas. El aeropuerto principal más cercano es el de Bangalore a unas 9 horas en autobús.
Por lo que nos dijeron, ya han derribado algunas construcciones. La notificación para el desalojo suele llegar sólo con 5 ó 10 días de preaviso. En cualquier momento, esas callecitas llenas de puestos de souvenirs, agencias de viaje, guesthoses y restaurantes por las que caminábamos, dejarán de existir. Sus habitantes deberán realojarse forzosamente en Hospet o en algún poblado cercano. Nos sorprendió que no hubiese protestas. Al parecer, la gente no se ha unido con fuerza, no hay comunidad sino más bien la voluntad de exprimir ese asentamiento ilegal construido para el turismo ‘backpacker’ mientras se pueda y sin pensar más allá.
Mientras tanto, todas esas circunstancias han hecho de Hampi un lugar exclusivo para mochileros o nuevos hippies. No hay ningún hotel y el alojamiento es muy uniforme en cuanto a calidad. Una habitación doble con ventilador y baño privado (con agua caliente a ciertas horas) sale entre 7 y 20 euros en plena temporada alta.
No sabemos cuánto tiempo más seguirá en pie ese asentamiento junto a las ruinas pero nosotros hemos disfrutado de ciertas comodidades que no habíamos tenido aún en toda la ruta, en la que no habíamos pisado ni un sitio verdaderamente turístico… No nos vamos a engañar, después de ocho días comiendo con las manos, ver en una carta una pizza o cualquier cosa que con certeza no iba a picar ya era un alivio. Eso por no hablar del café expreso del bueno que había en algunos lugares. ¡Ay! ¡Con qué poco se puede ser feliz!
Aún nos quedaban unos días más antes de encarar el regreso. Las últimas historias desde el sur de India os llegarán desde la otra orilla del río.
–
Qué puntazo fue el momento fumigación, eh? Un sitio pintoresco y muy agradable Hampi. Totalmente recomendable!!
Si, fumigar un pueblo… Eso no lo habíamos visto nunca, eh? Tampoco me dio la impresión de que hubiese mosquitos. No sé si por la época o porque, realmente, el invento funcionaba… Abrazos!
Reblogueó esto en Primos lejanosy comentado:
Again, reposteando from http://www.siemprehacieloeste.com! Ahora tocaba Hampi, al sur de la India :)
Gracias!!!
No tenía ni idea de los planes del gobierno indio por derribar las casas de Hampi o construír un aeropuerto, me parece muy mala idea :(
Y a nosotros! Justo lo bueno que tiene Hampi es que es un reducto de otro tipo de turismo, alejado del masivo. Pero, por desgracia, parece que los planes van adelante y todo eso se perderá. Los mochileros no dejamos tanto dinero como los viajes organizados de los turoperadores…
Felicidades por tu blog! Gracias y abrazos!
Yo no creo que la India esté en un gran momento para el turismo, no he visto demasiado movimiento… No sé si les valdrá la pena arriesgar ;) Un abrazo y muchas gracias
Creo que su idea es tener otro punto de interés para el turismo en el sur que atraiga mas gente y compita con el norte. De todas formas, viendo que el Twitter oficial de turismo de India no tiene actividad desde el 4 de febrero, quién sabe, quizás al final no hagan nada… ;-)
Saludos!
Hay cosas que deberían de mejorar antes, porque ni siquiera son conscientes de que no tienen buena fama fuera; a mucha gente ni se le pasa por la cabeza ir a la india porque les asusta la miseria , la suciedad, y ahora por todo lo que se habla del trato a la mujer y de las violaciones… Lo he hablado con dos amigos indios que trabajan en temas de turismo y ellos te dicen que el turismo no está bien pero desconocen las razones. Es una locura de país, pero a mi me encanta igual! ;) Saludoss!!
Lo mismo pensamos nosotros. Pero India tiene ese atractivo especial, único. A veces te supera pero jamás te deja indiferente. Saludos!
Esta entrega me apareció de pronto mientras miraba el correo de gmail, «te has perdido algo de Gabriela Haurie» y ha sido una sorpresa hermosísima. Y me han reforzado las ganas de ir a la India. Más pensando que todo eso sufrirá tantas transformaciones. Hasta el otro lado del río.
Jejej! Gracias por el comentario, la semana que viene llegarán las historias del otro lado del río y el final de este viaje por el sur de India. Saludos!