Desde Oaxaca emprendemos un viaje en furgoneta hacia la costa del Pacífico. Cruzamos la Sierra Madre del Sur hasta llegar a Puerto Escondido y su larguísima playa de Zicatela o, como le llaman los yankees, el ‘Pipeline Mexicano’, una de las mejores olas del Pacífico para surfear.
Pero el Puerto esconde también algunas playas más aptas para el baño como la de Carrizalillo y, las muy populares entre los locales, Puerto Angelito y Manzanillo con muchísimo ambiente el fin de semana.

«Se fía hasta 2020»
Como destino surfero, Puerto Escondido y Zicatela tienen mucho ambiente tanto de día como de noche. Los turistas mexicanos, principalmente de Oaxaca, se mezclan con los americanos en fiestas en la misma playa y en locales con música en directo.
Entre fiesta y fiesta nos dio para alquilar un coche y dirigirnos al sur hacia los pueblos costeros de Puerto Ángel, Zipolite y Mazunte, todos ellos monopolizados por sus respectivas playas, largas y menos concurridas que las del Puerto.

Vista de Mazunte
En Mazunte, además, se puede llegar hasta Punta Cometa, el lugar más meridional del estado de Oaxaca, un mirador natural sobre el Pacífico desde donde se puede ver el sol salir y ponerse tras el océano.

Vista hacia el interior desde Punta Cometa
Una de las noches nos enrolamos en un tour organizado por una Asociación Ecologista de la Laguna de Manialtepec. Es una visita nocturna a una laguna de agua salobre donde nos esperaba una experiencia increíble. La laguna, totalmente oscura, alberga millones de ‘dinoflagelados’ (lo que yo hubiese llamado plancton) que se iluminan cuando el agua se agita al paso de un bote, al tocarla con las manos, cuando llueve… Tras una travesía accidentada en mitad de la noche donde nos atacaron la lluvia y, sobre todo, unos peces voladores que impactaron con alguna que otra cabeza generando sorpresa y risas en el bote, el guía ralentizó el ritmo del motor. Me acerqué a la popa y vi como las hélices del motor iluminaban el agua con un brillo que se desvanecía a los pocos segundos. Las gotas de la lluvia también iluminaban el agua de la laguna en una visión espectacular.
Era el momento de bañarse en plena oscuridad. Tras algún momento de duda nos lanzamos y estuvimos alterando a aquellos micro-organismos que destellaban a nuestro alrededor ante cualquier movimiento que hiciéramos en el agua. No éramos muchos, pero al golpearnos sin querer más de uno se asustaba como si algún pez o algo peor nos tocará bajo las oscuras aguas. Me alegra leer hoy, ya pasado el tiempo, que el nombre de la laguna, Manialtepec, deriva de los vocablos en náhuatl “manine” (animal que se arrastra) y “tepetl” (lugar); lo que se interpreta como ‘lugar de lagartos’.
A los pocos minutos ya estábamos todos mucho más relajados y pudimos disfrutar de una experiencia nueva, única, de la que no tengo ninguna foto por la lluvia y por la intensa oscuridad que a duras penas me hubiese permitido captar nada. Así que sintiéndolo mucho sólo puedo ofreceros unas fotos de una tarde de pesca en la playa de Zicatela… No es lo mismo, pero algo es algo.
Hasta la próxima!