Día 227 – La ciudad del León

La oscura calle de ‘Little India’ iba perdiendo poco a poco su bulliciosa actividad. A pesar de ser más de las dos de la mañana, Nas, la camarera, nos trajo dos pintas de cerveza cortesía de la casa y se sentó de nuevo en la mesa que habíamos compartido las dos últimas horas. A su lado estaba una amiga suya y la propietaria del restaurante con quienes charlamos hasta bien entradas las tres de la mañana entre cervezas, picoteos y cigarrillos mentolados y dulces que, incomprensiblemente, nos hacían probar una y otra vez.

Así nos recibió Singapur tras un viaje un tanto accidentado desde Australia. En Darwin, un rayo cayó sobre el finger del avión dejando el sistema informático K.O. durante tres horas. Llegamos a Singapur a última hora del día, cansados, sudorosos y sedientos por lo que decidimos ir a tomar una cerveza fresquita al bar de al lado. Era la primera vez en unas cuantas semanas que íbamos a tomar una cerveza pero la merecíamos y el precio, por fin, no iba a ser un impedimento.

Tres horas después, salíamos del bar con medio paquete de cigarros dulces, abrazándonos con todo el personal y prometiendo que volveríamos la noche siguiente a probar la comida india.

Al día siguiente, empezamos a recorrer las calles de una ciudad que bien podría ser el paradigma de la multiculturalidad. Una ciudad limpia y moderna en la que todos cabían en una aparente perfecta armonía, mezquitas, templos, iglesias… Hindús, chinos, budistas, malayos, taoístas, musulmanes…

Caminamos con rumbos poco planeados dejándonos seducir por cualquier calle en la que hubiese algo llamativo, bien fuese un templo, comercios, o festivales de celebración del cercano año nuevo chino. Sin querer nos topamos con el Museo Nacional de Singapur. Acostumbrados a pagar por todo preguntamos por el precio. ‘Hoy todas las exposiciones son gratuitas, Mister’. ‘¡Para adentro!’ El clásico edificio combinaba perfectamente su arquitectura con las modernas instalaciones que escondía dentro. La calidad de todas las exposiciones era excepcional.

Durante tres horas disfrutamos de un recorrido por la historia de Singapur en la que el visitante podía escoger el itinerario como en una de esas novelas en las que puedes crear tu propia aventura saltando de una página a otra. Cada parte de la historia del país estaba relatada desde el punto de vista de personas comunes y su forma de vida en cada momento o desde el punto de vista de los hechos históricos como en un museo convencional. Además, de vez en cuando se tenía la posibilidad de cambiar de camino para la siguiente etapa. Entretenido, sencillo y muy didáctico; como debería ser cualquier museo público que aspirara a explicar algo para todos los públicos.

Allí aprendimos que, según una antigua leyenda malaya, los primeros habitantes de la isla de Temasek llegaron siguiendo a un príncipe de Sumatra que vio un león mientras exploraba la isla. El príncipe consideró la visión de aquel león una señal de buen augurio y decidió establecer allí una ciudad llamada ‘Singa Pura’, la Ciudad del León.

Pero si la historia antigua de esa ciudad se explica con leyendas de todo tipo, el Singapur de hoy en día no puede entenderse sin la figura de Sir Thomas Stamford Raffles. Este británico llegó en el 1.819 al estrecho de Melaka, contratado por una empresa inglesa con la intención de romper el monopolio comercial con las Indias que los holandeses habían instaurado en la zona. A diferencia de lo que suele ocurrir, la colonización de esta isla respondió única y exclusivamente a criterios comerciales; nada de nuevos territorios, materias primas, abusos y toda la lista de cosas que conllevan las colonizaciones de toda la vida. Aquella pequeña isla de Melaka era el lugar idóneo para establecer un nuevo puerto, a medio camino entre India y el lejano Oriente, entre el Océano Índico y el Mar de China. Pero para arrebatar el monopolio a los holandeses no bastaba con una buena ubicación, hacía falta algo más.

Raffles alcanzó un acuerdo con los habitantes originarios de la isla para establecer un puerto comercial en su territorio. Un puerto que iba a ser distinto a todos los demás, un puerto en el que los comerciantes no tendrían que pagar un arancel por sus transacciones comerciales a diferencia de lo que ocurría en todos los otros puertos de la zona controlados por los holandeses.

El puerto de Singapur empezó a recibir cada vez más tráfico, la ciudad crecía a su alrededor y, en pocos años, dominaba la mayor parte del comercio entre Asia y Europa. Raffles había acabado con el monopolio holandés. Año tras año llegaban más y más británicos para establecerse en la isla, una tierra de oportunidades y prosperidad.

Ya tocaba rapada…

Durante más de cien años Singapur siguió creciendo gracias a la actividad comercial generada por aquel puerto franco que imaginó Raffles. A pesar de la riqueza y el bienestar reinante, se popularizaron los fumaderos de opio y los prostíbulos.

Pero toda esta historia de comercio, riqueza y esplendor se borró de un plumazo firmado por los japoneses. El 15 de febrero de 1.942, durante la Segunda Guerra Mundial, Japón invadió la isla y, pese a la resistencia de los británicos, se hizo rápidamente con su control. La mayoría de británicos huyó y los japoneses impusieron un duro régimen contra los habitantes de Singapur, asesinando a muchos de ellos, imponiendo su lengua y cultura en toda la isla.

El campo de fútbol flotante al lado de la calle por donde pasa la carrera de Formula 1

El inesperado ataque japonés a la base norteamericana de Pearl Harbour agotó la paciencia de Estados Unidos que respondió con el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Tras el daño infligido por aquel indiscriminado ataque, Japón se retiró de la contienda y abandonó la ocupación del Sudeste asiático, incluido Singapur. Los británicos volvieron como si nada hubiese pasado durante esos años de control japonés. Su regreso se celebró en las calles de la ciudad, ya que significaba el regreso a la libertad pero una gran parte de la población no estaba tan contenta; no perdonaban que los británicos hubiesen huido sin oponer la suficiente resistencia a los japoneses.

El Singapur de hoy es el resultado del sueño de Raffles, siempre fiel al estilo comercial que la vio nacer. En el centro de la ciudad se agolpan modernos rascacielos, casinos, hoteles de lujo y centros comerciales con canales, fuentes y pistas de patinaje. Hay centros comerciales dedicados únicamente a marcas de lujo como Channel, Louis Vuitton, Van Reef & Arpels… otros sólo de artículos de electrónica como el Sim Lim Square, con cinco plantas repletas de tiendas y buenas ofertas.

Se puede pasear por todas sus calles y barrios con toda tranquilidad. Probablemente Singapur es la ciudad más segura en la que hemos estado y una de las más limpias. ¡Dónde se ha visto un Chinatown impoluto! De hecho, además de ser la Ciudad del León también se le conoce como la ‘Fine City’, haciendo un juego de palabras con los dos significados de ‘fine’ en inglés (buena o agradable y multa). La lista de prohibiciones es inacabable… no comas aquí, no cruces por allá, no le des de comer a las palomas aquí… Incumplimos algunas de las normas, perdónennos, y muchas de ellas sin darnos ni siquiera cuenta. ¡Hasta mascar chicle está prohibido! De hecho, más tarde averiguamos que la importación de chicles no está permitida en el país… La verdad es que en las aceras se nota.

Y aunque muchas de las multas por cruzar por donde no toca, comer en el metro o tirar un papel al suelo no pasan de los 500 dólares; con otras cosas mayores no se andan con chiquitas. Singapur sigue siendo uno de los países en los que continúa vigente la pena de muerte y, a pesar de toda su modernidad, el sistema utilizado para el cumplimiento de la condena es la horca. Sin complejos, a la vieja usanza.

En nuestro caso, el saldo de multas quedó a cero practicando la consabida estrategia de ‘allá donde fueres haz lo que vieres’ que por ahora no nos ha fallado. Seguiremos practicándola en esta nueva etapa del viaje que iniciamos en la Ciudad del León por territorios y culturas más desconocidos que nunca.

6 Respuestas a “Día 227 – La ciudad del León

  1. Hola chicos, espectacular!! Marcial muy guapo con el nuevo look, se te ha quemado un poco el cogote ponte protección!! Gabi estas cogiendo el arte de Marcial de hacer fotos, la foto esta genial!! El resto tbien! un abrazo!!

  2. GUAU! Creo que hasta ahora esta sitio es el que más me ha impresionado y sorprendido… quiero ir YA! Y una cosa, por favor, explicadme qué es ese edificio que parecen varios edificios sosteniendo una nave espacial o un tren espacial o no sé qué! Me mata la curiosidad! Impresionante todo!

  3. Sí, sí, yo tengo la misma duda que Vicky: ¿qué narices es eso? ¿Qué hay arriba? Es que claro, todas las fotos se llaman ‘Singapur’…
    Primera impresión de Singapur muy positiva. No me atrae mucho el Sudeste asiático, pero si seguís así…
    Un abrazo,
    j.

  4. Hola guapos, qué tal?menuda envidia dais….a mí, a diferencia de Jorge, me llama mucho el Sudeste Asiático, así que espero con gran impaciencia las siguientes entregas. Me ha gustado mucho la ciudad del León (obviamente, gracias a vuestras fotos y relato!!). Hermanito, detecto un claro incremento de tus canas…por qué será???supongo que no por el estrés!!!!Estás guapísimo! (Y mi cuñada también!!!). Un beso

  5. ..Y en breve Indonesia o qué?
    Yo de Singapur solo conocí el airport y ya impresionaba.

    Aunque no puedo seguiros cómo querría, aún me voy asomando a vuestro blog.

    By the way, acabo de estar cenando en L’Office. Sí, a Jerome le sigue saliendo el steak tartare cojonudo. Me ha dado recuerdos para ti. No sabía que estabas dando la vuelta al mundo! Le he pasado vuestro enlace.

    Agregaros a la página del restaurante, que acaban de crear en FB con el nombre LOffice-Restaurante-Frances-en-Barcelona.

    Me vuelvo al estudio de viernes noche :(

    Beishos!

  6. Montse, gracias por lo del cumplido! Después de toda la lluvia de Australia, el solete de Singapur nos pillo desprevenidos.

    Vicky y Jorge, el edificio es un hotel. Abajo tiene el Centro Comercial más grande que hemos visto jamás. Tiene también un casino de lujo y pista de patinaje, canales por los que van góndolas… En el tejado que une los tres edificios está la piscina, varios restaurantes y un mirador.

    Jorge, creemos que te encantaría el sudeste asiático… Nosotros estamos encantados. En un par de post más te habremos convencido!

    Gracias carola… ayyy! esas canas!!!

    Carlos, sí ya estamos en Indonesia… y ya casi yéndonos! vamos con bastante retraso, jeje! Joder, no me hables del Office! qué bueno. Seguro que lo disfrutaste. Me haré fan en FB of course! Un abrazo tío… ánimos con el curro y el estudio!

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