Día 183 – Auckland, nuestra despedida entre luces navideñas

Nuestros últimos días en Nueva Zelanda empezaban a agotarse en Auckland, la ciudad más grande del país con 1,2 millones de habitantes, un cuarto de la población total de Nueva Zelanda. Las temperaturas veraniegas y los largos días no hacían presagiar que nos halláramos en Navidad pero los acalorados Santa Claus apostados frente a los comercios y las luces de colores que invadían todo al caer el sol no dejaban lugar a dudas.

Hacía unos 800 años los maoríes vieron en su privilegiada situación geográfica un buen lugar para establecer un asentamiento fijo, al que llamaron Tamaki Makaurau. Su ubicación geográfica es envidiable ya que la actual ciudad se encuentra rodeada por multitud de bahías, suaves colinas, y unas cincuenta pequeñas montañas que son volcanes en su mayoría extinguidos.

Esas colinas y montes, las bahías y las islas que forman Auckland y sus alrededores pueden verse a vista de pájaro desde el Sky Center una torre construida para uso turístico que se culminó con una gigantesca antena de telecomunicaciones. Aún hoy dicen que es la torre más alta del hemisferio sur, aunque sólo lo es por la gran longitud de la antena que la corona.

Desde allí arriba se domina toda la ciudad y sus alrededores y las actividades para los turistas van desde lujosas cenas en su restaurante circular hasta la posibilidad de pasear por el exterior de la torre o lanzarse al vacío desde su piso más alto.

 

Cerca del Sky Center está el centro de la ciudad donde deberíamos encontrar rascacielos, restaurantes de comida rápida y mucho traje y corbata. Hallamos todo tal y como nos esperábamos excepto por los trajes y las corbatas… recordamos entonces que era casi Nochebuena y que la gente debía estar de vacaciones. En su lugar, las ofertas de los comercios intentaban apurar a los transeúntes para que realizaran sus últimas compras navideñas y los turistas con sus pantalones cortos y los mochileros que buscaban hospedaje ganaban por goleada a aquellos pocos que con caras largas y oscuros trajes salían de sus oficinas a fumar un cigarro o comprar un café.

Nos sorprendió mucho la cantidad de gente asiática que vive en la ciudad. Auckland, de hecho, es la ciudad de Nueva Zelanda con menos habitantes descendientes de inmigrantes europeos con sólo un 50%. Un 15% de la población es de origen asiático (principalmente chinos)…  y un 16% de origen Maorí o Polinesio.

Y, aunque en el centro no había mucho que hacer al margen de darse un paseo viendo escaparates y rascacielos, volvimos varias veces para ir a la biblioteca municipal… Para decepción de muchos, no íbamos allí a leer o a intentar aprender algo sino para conectarnos a Internet. Durante nuestro viaje por el país, nos llamó mucho la atención lo complicado que es acceder a Internet. Casi todas las redes que se ofrecen requieren previo pago por tiempo consumido y megas descargados a precios, por cierto, nada populares. Así, la biblioteca era nuestro remanso de paz en el que podíamos conectarnos y también disfrutar de lo que es una biblioteca pública en condiciones…

La Biblioteca Pública Principal de Auckland (hay 17 bibliotecas públicas en toda la ciudad). Con cafetería, escaleras mecánicas, ordenadores en cada esquina y hasta un servicio gratuito de asesoramiento jurídico

Con los deberes de la red hechos ya si que no queda mucho por hacer en el centro y menos cuando cae la noche ya que se queda totalmente desierto. La vida social en Auckland se desarrolla en los parques y, sobre todo, en los barrios, en sus cafés y sus terrazas.

Gaby desayunando en el café Dizengoff donde lo hiciera hace sólo unas semanas Beyoncé y 'Jay Z'...

El parque más grande de la ciudad está muy cerca del centro. Se conoce como el ‘Domain’, un parquecillo de 80 hectáreas (o sea unos 80 campos de futbol…) en el que es un placer perderse por sus caminos, bosques, rosales… En su parte más alta, la cumbre de un antiguo volcán, rodeado por una inmensa pradera de hierba perfectamente cuidada, se alza el Museo de Auckland, construido emulando a un palacio clásico quizás por ese anhelo por tener edificios antiguos o históricos por estas tierras con una historia colonizadora tan reciente…

 

En cuanto a los barrios, para nosotros, los dos más destacados son Parnell y Ponsonby. El primero plagado de sus galerías de arte, restaurantes caros con elegantes terrazas, Iglesias y pequeños parques que invitan a estirarse sobre su cuidada hierba. El segundo con sus bares y restaurantes de moda, pequeños comercios independientes, floristerías y, en Navidad, con tantas luces navideñas como puedan imaginarse en su Franklin Street.

Habíamos vuelto de nuevo a nuestra vida de hostel que agradecimos tras tanta acampada. Aunque el hostel en el que nos hospedábamos no era nada del otro mundo, estaba en la mejor ubicación posible: Franklin (la calle de las luces) casi haciendo esquina con Ponsonby Road, la calle principal del animado barrio. A un paso teníamos los bares, terrazas, restaurantes y las luces de navidad que toda la ciudad venía a ver a nuestra calle.

Los más pequeños se morían por ir a Franklin a ver la decoración navideña pero, al contrario de lo que sucedería en España, aquí las luces no van a cargo del ayuntamiento de turno ni cruzan de un lado a otro de la calle; aquí cada vecino engalana su casa con luces y adornos de todo tipo para tener la mejor decoración de toda la calle y parece que ningún vecino quiere ser menos que el de su lado.

En la misma Ponsonby Road encontramos un restaurante tailandés abierto donde celebramos nuestra Nochebuena con un menú de lo más delicado: rollitos de primavera y una especie de empanadas de entrante seguido de ternera al curry y pollo en leche de coco. Vamos, lo que se dice una Nochebuena diferente. Eso sí, todo ello regado con un vino de la tierra blanco de Pinot Gris (no conocíamos esta uva) que pese a venir con tapón de rosca (¿?) no estaba nada mal…

En el día de Navidad nos despedíamos de Nueva Zelanda, un país de una naturaleza única y sorprendente que se protege y se respeta… un país avanzado y organizado, de gentes amables, con solitarios rincones impresionantes apartados de los recorridos más trillados por los visitantes. Un lugar, en definitiva, donde disfrutar de la naturaleza como en pocos lugares en el mundo.

 

5 Respuestas a “Día 183 – Auckland, nuestra despedida entre luces navideñas

  1. Las felicitaciones navideñas van llegando con algo de retraso, entendemos el largo camino que ha debido realizar el cartero de «Papá Noel». Y siempre se agradecen.

    Que sepas; Gaby, que por tierras argentinas dejó para vos un libro: «Interior» de Caparrós. Por supuesto que me encargué de traerlo y te está esperando.

    Besos y que sepan que para algunos lo extraño fue recibir la primera navidad con frío. Pero entendimos porque se le ponía algodón al arbolito, al lado del Paraná y con 34º de calor…

  2. Me ha encantado este último post de Nueva Zelanda, sobre todo las últimas fotos de las luces navideñas y vuestra felicitación de Navidad!!!estáis muy guapos. (y la verdad es que los rollitos tenían muy buena pinta!!!!!).
    Un beso grande. Carola

  3. Así me gusta! celebrando las Navidades bien peinados y afeitaditos ;-D. Muy bueno lo de la ropa de Santa tendida…respecto a lo demás…¿qué decir? You absolutely know your way…no me queda nada que enseñaros…más bien al contrario ¡sólo me queda seguir aprendiendo con vosotros! Muchísimos besos, y a seguir con el mutuo cuidado!

  4. Ya está bien un poco de pausa y de asfalto, después de tanto trekking.
    ¿No explicaréis nada más del café Dizengoff? Menudo pedazo de desayuno…
    Un abrazo, y feliz Navidad con retraso!
    j.

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