Día 77 – Costa Verde

Unos 300 Kms. en línea recta. Esa es la distancia que separa a las dos mayores urbes de Brasil, Rio de Janeiro, con 6 millones de habitantes, y São Paulo, con más de 19. Esa era la distancia que debíamos salvar para continuar nuestro camino, pero ¿qué había entre ellas? Costa, sí, la llamada Costa Verde, pero una costa que sobre el papel no debía tener mucho atractivo debido a la proximidad a las dos ciudades. Imaginábamos una zona de paso, sucia y contaminada, con tráfico… Aún así, siguiendo las referencias de la guía decidimos hacer el camino visitando algunos pueblos de la costa y alguna isla.

El equipo, en este caso, estaba formado por Gaby, su hermana Laia, Marcial y dos amigas (a saber: Mónica y Núria). Sea como fuera, la fórmula 4+1=5 resultó tener muchas más ventajas que desventajas. Al margen de la grata compañía, el ser 5 añadía un punto importante a nuestro favor a la hora de negociar todo… atrás quedó el argumento de ‘¿y si nos quedamos dos noches qué precio nos hace?’ Ahora, además de lo anterior, teníamos un ‘No, no somos dos, ¡somos 5!’, funcionó para dormir, comer y moverse. 5 parecía ser un número demasiado suculento para dejarlo escapar en plena temporada baja.

Iniciamos nuestro camino hacia el sur y lo que encontramos no podía estar más lejos de lo que habíamos imaginado: Una costa agreste, con una vegetación exuberante solamente interrumpida por algunos pueblos coloniales de casas blancas y con un mar limpio de color verde intenso salpicado por centenares de islas con playas desiertas. Quedó claro que viajar sin ninguna expectativa hace que todo parezca mucho mejor.

 

Pocos kilómetros al sur de Rio tomamos un barco que nos llevaba hasta Ilha Grande, uno de los destinos favoritos de paulistas y cariocas para las vacaciones o fines de semana largos.

Pese a ser la tercera isla más grande de Brasil, Ilha Grande no tiene tráfico a motor. En ella sólo tiene coche la policía, los bomberos y el grupo de protección del medio ambiente.

Como suele suceder, revisando un poco la historia se explican muchas cosas del presente de la isla. Ilha Grande se utilizó durante años, y hasta 1994, como una prisión de alta seguridad para los criminales más peligrosos del país y los presos políticos durante la dictadura, también se enviaban allí a los enfermos de lepra y a drogadictos y prostitutas. Por estos motivos, la isla se mantuvo durante todo ese tiempo virgen, sin apenas desarrollo.

Así, una isla a escasos kilómetros de la costa entre dos de las ciudades más grandes de Latinoamérica sigue siendo casi virgen, a excepción del principal puerto de pescadores, donde hoy se amontonan innumerables posadas, bares, restaurantes y cibercafés.

Como su propio nombre indica, la isla es grande, no hay engaño. Al no haber transporte por tierra la mejor manera de llegar a sus playas y calas es en barco o caminando por sus innumerables senderos a través de la selva de mata atlántica.

Sin duda la opción del barco es mucho más tentadora pero preferimos alternarla con alguna que otra caminata por la isla. El premio siempre es una playa salvaje casi desierta pero recorrer los caminos permitía, además, ver alguna cascada, monos y, lo mejor, la posibilidad de refrescarse en piscinas naturales de algún arroyo en su camino hacia el mar.

Si se optaba por el barco, la vista desde el mar tenía también sus alicientes. Bajo el cielo azul aparecía el verde de la selva en las montañas de la isla, seguido de una delgada franja blanca de arena o roca para inmediatamente volver a un intenso y diferente tono de verde, el del mar.

Tres días después dejábamos la isla para volver al continente y encaminarnos hacia Paraty, un pueblo de costa que con el turismo ha vuelto a resurgir tras dejar de ser un importante puerto para el comercio del oro proveniente de Minas Gerais y de los diamantes de la Chapada Diamantina.

Sus irregulares calles de enormes adoquines dispuestos como si fuese más obra del azar que del hombre y sus casas blancas con vivos colores en marcos, puertas y ventanas hacen de este pueblo otro de los destinos favoritos de cariocas y paulistas para alejarse del ajetreo de la ciudad.

Y no sólo por la belleza de su centro histórico, sino por las más de 100 playas y 55 islas que la rodean y por un interior selvático en el que abundan las cascadas y los alambiques de cachaça, el destilado base de la caipirinha, extraído de la caña de azúcar.

Despedimos con un ‘hasta pronto’ a Laia y a Núria y el equipo, mermado, pasó a ser de tres. También funciona pero no es lo mismo.

Nos encaminamos más hacia el sur, para cambiar el verde del mar y de las montañas por el más que nunca triste gris de la inabarcable São Paulo.

Aún hoy, nos preguntamos si la magnífica Costa Verde que dejamos atrás debe su nombre al verde de las montañas o al del mar.

Quién sabe, quizás sea por las dos cosas.

Para Eli, con todo nuestro cariño.

 

5 Respuestas a “Día 77 – Costa Verde

  1. Hola niños, qué tal?seguro que muy bien….ya veo que la Costa Verde es más que apetecible, como todo Brasil…la verdad es que tengo muchas ganas de ir gracias a vuestro blog…..las fotos, impresionantes como siempre…me encanta la de «lost», entre otras. lo único que falta….una foto del quinto miembro de la tripulación!!! Carol

  2. Gracias por los comentarios.

    Carol, te gustará. La Ilha Grande podría ser el set de grabación de la 7º temporada de LOST sin ningún problema…

    Eli, si cumples la promesa no te arrepentirás… ah! y avísanos claro!

    Un abrazo

  3. Vaya, supongo que lo mejor del viaje son estos descubrimiento, no? Uno sale ya sabiendo que le gustarán Machu Picchu o Copacabana, pero no alberga grandes expectativas para sitios como éste.
    Un abrazo, y seguid ‘viajando’!
    j.

    P.S: Realmente, la foto de ‘Lost’ es buenísima.

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