El metro de la Ginza Line iba a reventar. Era el día grande del festival Sanja que se celebra cada año en el barrio de Asakusa donde se encuentra el templo Senso-Ji, el más antiguo de Tokyo. Avancé por los pasillos abarrotados de la estación hacia la salida más próxima arrollado por la marabunta que acudía al festival. Al alcanzar la calle la cosa no mejoró en exceso, miles de personas llenaban cualquier espacio disponible.
Aún así, logré adentrarme en una calle peatonal, cubierta, de dónde provenía la mayor cantidad de ruido. Al avanzar, el ruido se fue tornando en música y en gritos acompasados. Sobre las cabezas de la multitud se distinguía un altar cargado a hombros de unos 30 ó 40 hombres y mujeres seguidos de una pequeña banda de percusión, flautas y silbatos. Todo el mundo sonreía y disfrutaba al paso de aquel altar que avanzaba dando pequeños saltos sobre la multitud. Esa alegría, junto con la brutal aglomeración y consecuente ‘roce’ con todo el que me rodeaba, me llevaba a algún otro lugar, quizás, más cercano a casa, alejado del Japón donde se mantienen las distancias y se restringe el contacto a situaciones muy concretas.
Sorprendentemente, todo aquello había empezado justo 1.385 años antes: el 17 de mayo del año 628 dos pescadores llamados Hamanari y Takenari encontraron una estatua de oro de la diosa de la Merced (Kannon) en el cercano río Sumida. Al enterarse de lo sucedido, el religioso Hajino Nakatomo se acercó a ellos y los convirtió al budismo. Los tres guardaron la estatua de Kannon en un pequeño altar. El pueblo de Asakusa empezó a prosperar y, con los años, aquel altar se convirtió en el impresionante Templo Senso-Ji y aquellos tres personajes pasaron a ser considerados dioses y los fundadores de Asakusa.
El altar que estaba ante mi contenía una estatua de oro con el espíritu de uno de esos tres dioses. En otras palabras, aquél era el desfile anual de los dioses de Asakusa por las calles del barrio, motivo más que suficiente para justificar entre los japoneses la alegría, el alboroto y, por qué no, algunos excesos.
Los altares se llaman mikoshi. Hay tres principales y unos cien secundarios que recorren las calles del pueblo -hoy barrio- de Asakusa para bendecir sus 44 distritos. Todos son réplicas en miniatura del Templo Senso-Ji, decoradas con oro y pesan, aproximadamente, una tonelada. A pesar de eso, sus portadores se empeñaban en hacerlo saltar ya que se cree que el poder del mikoshi aumenta con esas sacudidas. Así, los portadores se esfuerzan mientras la multitud les anima con gritos que marcan el ritmo.
Para trasportar cada uno de los tres mikoshis principales se necesitan unas 500 personas que se van turnando a lo largo del día. Así, la mayoría de los portadores tienen tiempo libre de sobras para llenar de color y ambiente las calles aledañas al templo, donde se reúnen en las terrazas a comer y beber en un ambiente increíble.
Además, entre todo el alboroto, la gente sigue llenando el templo haciendo múltiples ofrendas y es posible ver alguna geisha y taikos (percusionistas) por las calles cercanas. También se puede disfrutar de comidas tradicionales en los miles de puestos que se montan e, incluso, toparse con algún grupo de yakuzas (miembros de la mafia local) mostrando con orgullo sus tatuajes, aunque yo no tuve esa suerte.
En definitiva, un matsuri (festival) para no perdérselo si estáis por Tokyo el tercer fin de semana de mayo, donde ser una hormiguita más entre los dos millones de personas que acuden cada año a verlo no tiene precio.
Sayonara!
Me parece muy interesante y lo he comparado con Los pasos de Semana Santa y los Costaleros. Hasta la próxima
Gracias Rosa! Es más festivo que los pasos de Semana Santa pero tiene cierto parecido sí.
Pues dirás que no hay yakuzas, pero uno de sus primos se coló en una foto…
¡Enhorabuena, again!
j.
Increíble que las tradiciones sigan vivas 1385 años después! De esas quedan pocas! Lindísimas fotos! :)
Gracias Marina! En Japón cuidan mucho este tipo de tradiciones, les auguro 1385 años más de vida como mínimo (y siempre que no nos acabemos cargando el planeta antes…)
Preciosa tradición! Y cuantísima gente!! Como dice Rosa si que se podría parecer algo a nuestra Semana Santa. Geniales fotos
Gracias por los cumplidos!
Tan lejos, pero tan cerca…los seres humanos tenemos más cosas en común de las que a simple vista nos imaginamos. Genial la última foto!
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