Día 340 – El Himalaya… (y sus nubes)

Siete horas después de dejar Kathmandu, viajando en un destartalado autobús en compañía de una interminable sinfonía de bocinazos, frenazos y curvas, llegamos a Pokhara.

A orillas del tranquilo Lago Phewa Tal descansamos durante unos días disfrutando de un pueblo sumergido en plena temporada baja, cubierto por el manto impenetrable de nubes que marcaba el inicio de la temporada de lluvias. Nos habíamos acercado a la cordillera del Himalaya, a los Annapurna y, a pesar que todas las fotos de las tiendas de souvenirs mostraban tras las colinas del pueblo alguno de los picos más altos del mundo, la visión de aquellas míticas montañas se nos negaba a diario.

Montse con sus nuevos amiguitos...

Y no fue porque no lo intentáramos. Subimos al mirador del Templo de la Paz, sobrevolamos Pokhara en parapente y navegamos por el lago en busca de esas montañas pero nuestra persistencia no sirvió para nada. Aquellas malditas nubes no pensaban abandonar el valle.

Gaby en las alturas de Pokhara

Para darle al menos un empujoncito a la fortuna, sólo nos quedaba acercarnos más a las montañas, intentando dejar atrás aunque fuese un par de pequeños valles y sus perpetuas nubes.

Comenzamos un trekking de cinco días que nos llevaría a los pueblos de Ghorepani y Ghandruk. Durante el camino atravesaríamos un par de pasos altos de montaña que, sobre el papel, eran miradores naturales a los Annapurna y al Dhaulagiri. Acompañados de un cielo gris empezamos a caminar por un camino de piedras más o menos uniforme.

A nuestro paso, íbamos dejando atrás tranquilas aldeas rurales donde nos recibían siempre con amables sonrisas y con algún que otro guesthouse o restaurante, cuyos precios aumentaban a medida que avanzábamos por el valle. Y aunque el mar de nubes que teníamos sobre nuestras cabezas nos impedía ver unos paisajes supuestamente imponentes, al menos, a cada paso nos íbamos olvidando del ruido de las bocinas y de la polución de las ciudades y nos adentrábamos en un entorno cada vez más rural y aislado.

Los caminos por los que transitábamos apenas tenían, en los tramos más cómodos, dos metros de ancho pero para las gentes de aquellas pequeñas villas aquello no era el viejo camino que te llevaba al pueblo de al lado sino su particular autopista. Durante cientos de años, aquellas poblaciones habían vivido mucho más aisladas que ahora. La llegada del turismo y del trekking hizo que los antiguos senderos de lodo y piedras se fuesen convirtiendo en caminos empedrados que facilitaron la llegada de los suministros a las aldeas más remotas.

Mientras, los ancianos se seguirán preguntando por qué los extranjeros disfrutan caminando por esas montañas que siempre fueron una barrera, para lo bueno y para lo malo, dura de atravesar. Por aquel camino, la autopista del valle, transitaban burros que eran camiones,  burros y caballos que eran coches descapotables. Todos los suministros llegan a espaldas de algún porteador o a lomos de algún burro. Los enfermos se trasladan a cuestas hasta la carretera para llevarlos al hospital.

La ambulancia local

La tarde del segundo día alcanzamos la aldea de Ghorepani, cerca de los pasos de montaña más altos por los que nos llevaría el camino. En el humilde guesthouse nos esperaba una amable familia y un acogedor salón con el hogar encendido. En las paredes del salón nos topamos de nuevo con las fotografías de las montañas que podían verse desde ese mismo pueblo pero, por la ventana, nosotros no veíamos más que un cielo plano, gris, aferrado a las laderas.

Antes de atardecer salimos a ver el valle desde lo alto de Ghorepani. De nuevo las nubes se extendían por debajo de nuestra posición y también por encima. Nos imaginábamos las montañas que habíamos visto en las fotografías detrás de la masa de nubes, la forma que tendrían, la nieve… Y cuando pensábamos que sólo podríamos imaginarlas la suerte nos hizo por fin un guiño e impulsó el viento contra las nubes que fueron apartándose lentamente de los picos.

‘¿Qué hay detrás de esa nube? ¿Una roca?’… ‘No, no. No puede estar tan alto’. Pero sí lo estaba. Un inmenso pico apareció sobre la cortina gris pero muy por encima de lo que nosotros esperábamos. Estábamos frente al Dhaulagiri, 8.167 metros de roca. La séptima montaña más alta del mundo. Pero eso nos daba igual, su visión era impresionante. De hecho, estábamos ante la montaña más alta que jamás habíamos visto.

Dhaulagiri (8.167 msnm)

Llegó la noche y, con ella, un manto de estrellas que cubría cada resquicio de cielo que las nubes permitían ver. Siguió despejando y eso nos daba más esperanzas para seguir viendo montañas al día siguiente.

No amaneció totalmente despejado pero pudimos volver a ver el Dhaulagiri mientras retomábamos el camino hacia Ghandruk. Un par de horas después todo volvería a estar cubierto.

Seguimos el camino disfrutando de las pequeñas aldeas que dejábamos atrás y de sus simpáticos habitantes, cruzándonos con caravanas de burros y campesinos, devorando el fuet y el chorizo que Montse nos trajo y alternándolo con el sabroso queso de Yak local.

Completamos el recorrido en cuatro días y regresamos a Pokhara, donde las nubes seguían como una barrera impenetrable entre el valle y los picos del Himalaya.

Mientras disfrutábamos de la tranquilidad de Pokhara y caminábamos por los valles de Ghorepani y Ghandruk, Martina y Sergio recorrieron el circuito de los Annapurna. Podéis leer su experiencia aquí y ver las fotos aquí.

7 Respuestas a “Día 340 – El Himalaya… (y sus nubes)

  1. Muy bonitas las flores del Himalaya, así como los paisajes y sus gentes. Que suerte disfrutar de ese aire tan puro y esas altas montañas. La noche estrellada debió ser impresionante, en nuestras ciudades se nos olvida lo estrellado que es el cielo, es una pena no poderlo disfrutarlo a menudo.
    Bueno esto se acaba disfrutar lo que os queda y buen regreso.

  2. Chicos!! genial el post que emoción al leerlo mil gracias de nuevo por hacer que pueda recordar casi revivir el viaje a través de vuestro post y las impresionantes fotos!!!!!!!!!!!!! que ganas de veros!!!!!!!!!

  3. ¡Qué envidia de excursión! ¡Y qué foto de la noche estrellada! Y como siempre, la camiseta de ‘La noche americana’ como testigo…
    Un abrazo,
    j.

  4. Con algo de retraso…ya esperando vuestra vuelta…pero aún disfrutando de vuestro viaje. Qué chula la foto de las dos guapas!!!! os la tenéis que enmarcar!!!!! besito!

  5. ¡¡Qué hermoso y emocionante¡¡ Con que simpatía miro el cartel de luces: Nepal. Ya conozco el truco.

    Muchos besos y hasta pronto

    MM

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