Al principio nos hizo gracia ver el interior del autobús en el que teníamos que viajar con tres filas de literas que lo llenaban a lo ancho. Pero en cuanto nos estiramos y sentimos lo que iba a ser estar 8 horas en ese autobús, nuestro humor empezó a cambiar. El tamaño de la cama hacía que algunos de los miembros de nuestros cuerpos no entraran en aquel espacio, debiendo llevar las piernas dobladas o colgadas. ¡Ah no!, colgadas no, que molestabas al de abajo que enseguida, con un par de golpecitos en tu pie, te lo hacía notar. Pues nada, a encajarse. Baches, frenazos, adelantamientos suicidas, bocinazos y música tecno acabaron de aderezar aquella mágica noche. ¡Ah! y no fueron ocho sino trece las horas que pasamos en el maldito autobús cama.
Habíamos llegado a Hue y, aunque tras tan mala noche quizás hubiese tocado descansar, ‘Le Comandant’ y su segunda empezaron a dar sus primeras instrucciones: ‘una ducha y a la calle que hay mucho para ver’. ‘¡A la orden!’
Nos dirigimos hacia el principal atractivo de la ciudad, la Ciudadela de Hue. Pero antes de llegar a ella topamos, como no, con los conocidos tuctuqueros que tratan de sacar provecho del turista con los engaños más burdos. En nuestro caso no tuvieron éxito pero ya habían empezado con sus frases estilo ‘la ciudadela está cerrada y hasta las dos no abre otra vez pero yo te llevo a otro templo más bonito’ o ‘la entrada es para la izquierda –cuando el mapa marcaba la derecha– y es un camino muy largo, así que mejor te llevo con la moto’…
Al final, para ellos no deja de ser pan para hoy y hambre para mañana. Antes de llegar a Vietnam otros viajeros nos lo habían advertido: ‘os intentarán engañar’. Esa fama se la ha ganado Vietnam a pulso por culpa de agentes de viaje sin escrúpulos y tuctuqueros deshonestos. Mala fama para un país que por lo que hemos visto hasta ahora nos ha sorprendido favorablemente; quizás hayamos tratado siempre con la gente correcta y quizás hayamos tenido suerte de que nadie nos haya ha timado ni nos haya negado devolver un saludo o una sonrisa. Pero esa mala fama está ahí y la comentan muchos viajeros. Como suele suceder, acabarán pagando todos los justos por cuatro pecadores. Una pena.
Una vez esquivada la mafia tuctuquera, llegamos a la Ciudadela, en una de las orillas del Río del Perfume. Desafortunadamente, todo el recinto se vio extensamente afectado por los bombardeos norteamericanos durante la Guerra de Vietnam y quedan pocos edificios originales en pie. Abundan más los solares repletos de piedras o pabellones reconstruidos recientemente que aparecen tan nuevos y limpios que es difícil imaginar su verdadera antigüedad. Sea como sea, entre sus muros aún quedan multitud de pórticos inmensos, patios repletos de fantásticos bonsáis y pequeños templos.
Al día siguiente nos subíamos al coche de Minh, un simpático viet con el que acordamos una visita la ciudad de Hoi An. Nos echamos a la carretera y cerca de nuestro destino nos topamos con otra de las realidades de Vietnam.
Al parecer, a los policías de carretera de esa zona les encanta parar a coches con matrícula de Hue porque saben que están trabajando con turistas y podrán pagarles una buena cantidad bajo la amenaza de cualquier multa. En su caso, Minh no había hecho nada fuera de legalidad, pero según le dijeron iba conduciendo demasiado rápido y que le habían hecho una foto que lo demostraba. La multa era de dos millones de Dongs pero, claro, si les daba medio millón se olvidaban de aquel asunto. El pobre Minh pidió ver la foto pero el policía le dijo que si quería ver la foto le iba a costar un millón más. Pagó el medio millón (unos 25 euros) que, para lo que es Vietnam, es una cantidad más que respetable.
Seguimos el camino mientras Minh no paraba de decir ‘fucking police!’ ‘fucking police!’ mientras se frotaba la cara de forma nerviosa. ‘Relax Minh, relax!’ ‘…¡Y mira palante que nos estampamos!’. En cinco minutos acababa de perder la mayor parte de lo que iba a sacar ese día de trabajo. Durante el resto de la jornada Minh ya no volvió a ser el simpático chófer que nos recogió en el hotel por la mañana.
La ciudad de Hoi An es un conjunto de casas y asambleas chinas construidas por los antiguos mercaderes de la época. Una pequeña ciudad de lo más agradable donde lo que más nos sorprendió fueron las antiguas casas de los clanes chinos más pudientes.
Actualmente, algunos de los miembros más jóvenes de las familias muestran esas casas descubriendo alguno de los secretos de sus viviendas. Así fue como nos enteramos que en el jardín de unas de las casas enterraban la placenta y el cordón umbilical tras el parto de cualquier miembro de la familia, para que todos estén siempre unidos. ¡Los viets siempre tan entrañables!
La parte negativa es que en algunos sectores de la ciudad las calles han sido demasiado explotadas para atraer al turista a las compras de objetos típicos y uno a veces siente estar paseando por algún callejón del Pueblo Español o por Port Aventura. Las limpias calles donde se suceden, una tras otra, las tiendas de souvenirs y artesanías tienen incluso hasta hilo musical.
Y hasta aquí nuestros breves pasos por el centro de Vietnam, ¡más en la siguiente entrega!
Fantástico, como siempre pero ¿volvéis o qué?. Muacks
Moola ese autoretrato partido, Marshal!
Y parece que vas a volver este verano hecho un figurín!
Gaby, tendrás que atarlo corto.
Besos!
Pd: Pole. XD
Comentar que en ese autobús de las literas te obligaban a sacarte los zapatos y ponerlos en una bolsa y cuando ibas al lavabo, en la puerta había unas chanclas que todos compartíamos, sin cuestionarnos nada, todo muy comunitario.
Había una música estridente, insoportable, pero no había malos olores.
Hasta la próxima y muchos «muas»
Pobres tuctuqueros, cómo han pillado en este post…
A mí me gusta la foto de los interruptores, «en uso, por cierto».
Un abrazo,
j.
Los interruptores «qué es lo que tienen»?grasa a punta pala, no??jejejeje…..ya veo que «Le Comandant» os metió cañita después del periplo en autobús…Rosa, no puedo creer que no oliera a nada el autobús….
Curioso el monito a lo caperucita roja. Muchos besitos. Carol
jajajajajajaja qué bueno lo del bus, genial!
Como el dinero llama a dinero…así la gente buena llama a gente buena ;-D
Tato…y ahora me pregunto….¿la ropa que sobreviva a este viaje…también la expondréis?
Besososososososososos
Una vez más, gracias por los comentarios!
Confirmamos que en el autobús, increíblemente, no había olores…un alivio, porque fue una larga noche!
Vero, en cuanto a la ropa, dudo que sobreviva algo…quizá la camisa de cuadros…jajajaja!
Un abrazo a todos
Nos alegra saber que te gustó Vietnam.
Un saludo
Vietnamitas en Madrid
Nos gustó y nos quedaron muchas ganas de volver a recorrer el país y descubrir todos los lugares que nos quedaron pendientes. Un abrazo!