La oscuridad de la noche llenaba todo. La precaria embarcación que nos transportaba río arriba rompía el silencio de la madrugada con el runrún de su antiguo motor mientras las primeras luces se encendían en las casas de madera construidas en la ribera del río.
A las seis, los altavoces de las mezquitas empezaron a emitir la llamada al rezo de sus fieles. Aquellos mensajes ininteligibles se iban mezclando en el aire a medida que dejábamos atrás una mezquita tras otra en nuestro camino río arriba.
Con las primeras luces del día se empezaba a adivinar el color marrón del agua y, en los márgenes del río, todo empezaba a cobrar vida. Sus aguas servían para que las señoras hicieran la colada, los trabajadores se asearan y los niños jugaran antes de ir al colegio. El colmado y la gasolinera fluvial abrían y, poco a poco, el río se llenaba de barcas que iban y venían.
Nuestra embarcación se detuvo a un lado del cauce, junto a un pequeño negocio familiar. Por un pequeño afluente del río empezaron aparecer, lentamente, pequeñas embarcaciones que se dirigían hacia donde nosotros nos hallábamos.
Cada embarcación llegaba repleta de alguna mercancía para su venta; verduras, pescado, arroz, especias, hojas de palmera… Siempre capitaneadas por alguna señora con amplios sombreros para protegerse de la lluvia o con la cara cubierta de un maquillaje blanco, una crema a base de agua y arroz que protege del sol.
Poco a poco se iba formando a nuestro alrededor un pequeño mercado flotante.
Caía una fina lluvia pero cada vez llegaban más y más embarcaciones de vendedoras y, otras, más grandes, en las que venían intermediarios y compradores. La lluvia no era nunca impedimento para que cada día se celebrara ese mercado en el río porque las vendedoras viven al día con el dinero que obtienen. Lo que sacan por la mañana es lo que gastarán durante el día.
Las señoras manejaban sus remos con una habilidad pasmosa abriéndose paso entre pequeños huecos para aproximarse a los barcos de los intermediarios, esquivándose por centímetros, jugando con la suave corriente del río. En aquel recodo las voces de los intermediarios y las vendedoras llenaban el ambiente, sólo roto por alguna barca rápida que pasaba de largo o por el barco que llevaba a los alumnos al colegio.

El barco del colegio
Y allí, en mitad de aquel mercado flotante, estábamos nosotros viendo como la Pepi y la Mari de Banjarmasin vendían sus frutas, pescados, chiles y verduras a quienes después las revenderían en la ciudad. Y si nosotros estábamos asombrados por lo que veíamos quizás aquellas señoras lo estaban más aún ante nuestra desconcertante presencia; viéndonos hacer fotos, preguntando, probando la comida que nos ofrecía la barquita ‘fast food’ del mercado.

El 'fast food' flotante
Al fin y al cabo, a nosotros también nos sorprendería ver como un grupo de señoras asiáticas nos hacen fotos y comentan la jugada mientras llenamos el carrito en el ‘Mercadona’ de nuestro barrio, ¿no?
Pues sí,tenéis razón con lo del Mercadona. En cualquier caso, lo que son las culturas…Marcial, no sé si recordarás que en Moscú (o era St Petersburgo?) mamá, Vero y yo fuimos a visitar un mercado de comida, mientras papá y tú tomábais algo en un bar…Y no sé si recuerdas, que tuvimos que salir corriendo cuando las gentes empezaron a tirarnos de todo (tomates, lechugas, etc…) porque empezamos a hacer fotos!!!así que ya ves!!!!
Me queda una duda, dónde está exactamente Banjarmasin?es ese el nombre del río?
Muchos besos a los cuatro.
carol
Estoy leyendo esto. casi cuando el día se convertirá en 8 de marzo, el día de la mujer trabajadora, parece un homenaje, una sincronicidad.
Un abrazo
Que tal estais? Hacia dias que no os seguia
Masa feina ,, taratarme bien a los de tgn de vista.
Un abrazo y disfrutar.
Yo de mayor como vosotros
Nooooo soy el Sr
Me han encantado las fotos de la gente, esos primeros planos. Y el ritmo del post, con todas las barcas acercándose poco a poco.
Un abrazo,
j.
P.S: Yo, como Carol, tengo una duda: ¿dónde está Banjarmasin? Por las etiquetas, intuyo que en Indonesia, no?
Como siempre, un lujo leeros. Esto del mercado y el Mercadona me hace acordar a una vez en que mi madre estaba de visita desde Argentina y, en el Mercadona de Rubí, se quería hacer fotos… conmigo! Personalmente, me dio mucha vergüenza! jajajaja!
hola chicos que bueno saber de uds.me siguen asombrando sus vivencias,me da como miedito verlos en esos lugares que uno siempre los ve tan lejanos,por aca todos bien y les mandamos muchos cariños.besos.
Me parece un escenario cinemátográfico… y una maravilla esos rostros marcados por la huella de la vida. Congratulacions.
Carol, me acuerdo bien de lo de Rusia. Indonesia es más amable con el extranjero, por decirlo de alguna manera, jeje! El río se llama Martapura y Banjarmasin está en Kalimantan, la provincia indonesia de la isla de Borneo.
Rosa, buen apunte lo del día internacional de la mujer. Que quede como homenaje pues.
Tejeros, los de Tarraco están en buenas manos. ¿¿¿O debería decir que somos nosotros lo que estamos en buenas manos??? Un abrazo!
Gracias Jorge, como le decíamos a Carol, Indonesia sí, en la isla de Borneo.
Vicky, jajaja!!! que risa lo de tu madre… Muy buen. Un abrazo!
Igualmente tío Carlos, besos y abrazos para la familia argentina.
Gracias Marcial!
Un saludo para todos y, como siempre, gracias por comentar.