Día 285 – La página más negra

No esperaron. Varios hombres armados irrumpieron en mi casa tirando la puerta abajo. Sus gritos se sumaron al llanto de mi bebé y a los quejidos de mi mujer. Sin mediar palabra me tiraron al suelo, me maniataron y me subieron a un camión. Antes de que me vendaran los ojos pude ver a otras personas como yo, algunos lloraban, otros mostraban muecas de dolor en sus rostros.

El viaje fue corto. Por un resquicio de la venda pude reconocer aquel lugar. Hacía unos meses estaba lleno de niños que reían y jugaban en aquel jardín esperando a que empezaran las clases. Ahora tenía un aspecto diferente, tétrico. Me metieron en una húmeda celda de madera de escasos dos metros cuadrados donde podía oír como otras personas se lamentaban o gemían de dolor. No entendía nada, ¿qué estaba haciendo yo allí?

Al poco tiempo me cambiaron de ubicación. Me dejaron en una gran habitación donde solo había una cama y una batería. El olor era nauseabundo, una mezcla de piel quemada, heces y sudor. Estuve allí horas mientras usaban la picana eléctrica sobre mi cuerpo exigiéndome que delatara a mis compañeros. No sabía de qué hablaban. Al cabo de unas horas recuperé el conocimiento y me dijeron que ya tenían la información que buscaban. No recordaba nada, no sabía que había dicho, pero al parecer había sido suficiente.

No volví a mi celda. Me subieron a otro camión abarrotado de otros hombres y tras un trayecto que me pareció eterno nos bajaron a empujones. Solo escuchaba una música repetitiva a todo volumen que neutralizaba el resto de sonidos. Me arrodillaron junto a otros hombres y fui oyendo un golpe seco cada vez más cerca. Después noté un fuerte golpe en mi cabeza y todo se oscureció para siempre.

El 17 de abril de 1.975 acabó la guerra civil de Camboya con la victoria de los rebeldes sobre la dictadura de Lon Nol. Los Jemeres Rojos (‘Khmer Rouge’) tomaron la ciudad de Phnom Penh entre gritos de júbilo de la gente a su llegada. Inmediatamente los nuevos dirigentes ordenaron la evacuación de la ciudad. Todo el mundo debía dirigirse al campo sin perder tiempo, ya que, según dijeron, Estados Unidos había amenazado con bombardear la ciudad. En pocos días, cuando la amenaza hubiese pasado, podrían volver.

El éxodo no se produjo sólo desde la capital, sino desde cualquier centro urbano del país hacia el campo

Engañados, la mayoría de la población los creyó y, con lo puesto, iniciaron un éxodo multitudinario a pie que provocó la muerte de miles de personas. Con la capital vacía, los jemeres rojos empezaron a actuar bajo las órdenes de Saloth Sar, más conocido como Pol Pot. Camboya acababa de salir de una guerra civil pero la página más negra de la historia del país empezaba a escribirse ese mismo día. El nuevo régimen inició de forma inmediata una transformación completa de los valores sociales y una revolución económica total, siempre bajo el amparo de la dictadura del proletariado.

El día de la evacuación de Phnom Penh se destruyeron escuelas y bibliotecas, se demolieron todos los hospitales abandonando a los enfermos a su suerte, se eliminó la moneda, se abolió la religión, se destruyeron templos y se asesinaron monjes.

De la noche a la mañana todo había cambiado. Era el primer día del año cero. El primer día de un nuevo país, la Kampuchea Democrática.

El país se aisló totalmente del exterior. La nueva economía se basaba casi exclusivamente en la producción de arroz. La población era sometida a un sistema de trabajos forzados, jornadas sin descanso de 12 a 15 horas diarias a cambio de una ración de comida. Para controlar a todo aquel contrario al régimen se aplicaron extensos métodos de detención, tortura y asesinato bajo la consigna de la llamada búsqueda del enemigo interno.

El antiguo colegio Tuol Sleng fue transformado en la prisión S21

Los sospechosos eran detenidos y enviados a diferentes cárceles del país donde los torturaban con las medidas más salvajes con tal de conseguir nuevos nombres que aumentaran la lista de detenidos. Una de estas prisiones era la llamada S-21 o “Tuol Sleng”, una antigua escuela situada en Phnom Penh que tomaron los jemeres rojos para transformarla en un macabro centro de dolor y torturas.

Muchas de las personas que fueron llevadas allí desconocían el motivo de su detención. Quizá habían sido delatadas por algún vecino o amigo que, bajo presión, había gritado su nombre o quizá el nombre del detenido figuraba en la lista de contactos de algún preso anterior. Algunos extranjeros fueron también llevados a estas prisiones, así como cualquier persona que se considerase intelectual, bien porque hablara más de un idioma o, simplemente, porque llevara gafas. Cualquier precaución era poca para el régimen, ante la mínima sospecha debían actuar duramente.

Los pasillos externos de la S21 se cubrieron de alambre de espino para evitar que los presos se suicidaran durante sus traslados

Tras ser torturados, los prisioneros eran trasladados a campos de exterminio donde acababan con su vida de una forma ruin. El más tristemente famoso de todos ellos es el campo de exterminio de Choeung Ek. Allí se asesinaron a más de 20.000 hombres, mujeres y niños.

Tras exhumar los cuerpos de algunas fosas comunes, se recuperó la ropa de los asesinados que hoy se muestra en la pagoda memorial del campo de exterminio Choeung Ek

A los pies de las fosas comunes, ya excavadas, se abatía a los presos con un disparo o a hachazos para ahorrar balas. Los cuerpos sin vida eran empujados de una patada al fondo de la fosa.

El régimen de Pol Pot no dejaba nada al azar; los hijos de los presos también eran asesinados para evitar posibles venganzas futuras. La muerte de estos seres indefensos era un acto tremendamente espeluznante. Los agarraban por los tobillos boca a bajo y golpeaban sus cabezas hasta la muerte contra el tronco de un árbol que aun sigue en pie al borde de las fosas.

Mientras toda esa barbarie sucedía, la población vivía ajena a esos crueles asesinatos pero no a las desapariciones. El miedo lo controlaba todo. Muchos de aquellos campesinos esclavos en los que se había convertido toda la población o, incluso, algunos de los militares de los jemeres rojos, habrían intentado unirse para rebelarse contra aquel estúpido régimen, pero el miedo a ser delatado por cualquiera controlaba la vida de todas las personas.

Nadie podía confiar en nadie. La nueva educación se basaba en inculcar el odio y el seguimiento ciego del régimen. Algunos jóvenes se vieron de tal manera influenciados por las consignas que llegaron a delatar a sus padres, amigos o familiares e incluso a matarlos por entenderlos una amenaza para el régimen.

La seguridad de las celdas era mínima. Los prisioneros estaban siempre encadenados al suelo

El miedo era el arma que mantenía todo aquel estúpido engranaje en movimiento. Uno de los supervivientes de la prisión S-21, fue Noun Hong de 53 años, un combatiente de los Jemeres Rojos, que hoy explica su experiencia de esta manera:

Durante el régimen de la Kampuchea Democrática, viví con el miedo constante a ser detenido en cualquier momento. Todo el mundo sentía lo mismo. Cada pocos días, un camión se llenaba de personas que eran detenidas sin ningún motivo aparante… Sentíamos miedo de cometer algún error, miedo de ser arrestados, miedo de ser ejecutados. Una vez te apresaban la posibilidad de sobrevivir era mínima.

Recorrer hoy las antiguas aulas donde se estableció la prisión S-21 es sumergirse en un mundo de dolor donde se hace incomprensible la bajeza de la condición humana en situaciones como esta. Esas aulas, repletas todavía de las celdas de escasos dos metros cuadrados y los pasillos llenos de fotografías de los presos que posteriormente serían asesinados y de las torturas que allí se cometieron hacen que cada paso por sus pasillos sea más y más duro. ¿Cómo pudo permitirse algo así? ¿Cómo puede el ser humano llegar a esos extremos? Durante nuestra visita vimos como el silencio respetuoso de los visitantes se rompía con las lágrimas de algunos de los presentes. No nos extrañó. Nosotros a duras penas contuvimos las nuestras.

Prohibido sonreír durante la visita a la S21

El régimen de Pol Pot, conocido como el genocidio camboyano, duró hasta el 7 de febrero de 1979 cuando el ejército vietnamita liberó Phnom Penh. Los jemeres rojos habían acabado con la vida de más de dos millones de personas, un tercio de la población del país.

32 años después la herencia de aquellos salvajes continúa en la mente de muchos camboyanos. Nadie pasó el régimen sin perder a un familiar, amigo o conocido. Nadie mayor de cuarenta años podrá jamás olvidar aquello. La esperanza de que algo así jamás vuelva a suceder está depositada en los jóvenes, en los que no vivieron la página más negra de la historia de Camboya.

– Solamente 7 de las 20.000 personas que fueron llevadas para ser “interrogadas” en Tuol Sleng sobrevivieron.

– Durante el régimen de los jemeres rojos 700.000 personas murieron de hambre y enfermedades.

– Pol Pot, ideólogo y líder de los jemeres rojos, tenía estudios universitarios, hablaba francés y estudió becado en París. Jamás trabajó en el campo. Murió en 1.998.

– En 2006 se constituyó un tribunal internacional para juzgar a los líderes supervivientes del régimen. El director de la prisión S21 ha sido condenado a 35 años de prisión.

Aquí podéis leer el texto que aparece en la entrada del campo de exterminio de Choeun Ek.

– Hoy, el 50% de la población de Camboya es menor de 16 años.

9 Respuestas a “Día 285 – La página más negra

  1. Hay chicos!! la cantidad de sensaciones que me genera leer esto son inexplicables. Sensaciones encontradas, odio, impotencia, rabia, tristeza, miles.. Como puede ser que estas cosas sucedan en este mundo. No quiero imaginar lo que se debe sentir caminando por esos pasillos..aun mantengo la piel de gallina…..
    Besos

  2. Escalofríate!! parece impensable como alguien puede llegar a eso!! Y apesar de todo lo que han pasado esa gente es la más tierna!! A mi me parecieron encantadores!! Un abrazo!
    NOS VEMOS EN NEPAL!!!!!!!!!!!

  3. estos relatos me traen malos recuerdos,porque habra tanto odio en los seres humanos,pq estas cosas siguen pasando en distintas partes del mundo,bueno ms besos.pregunta la tia como va esa convivencia despues de tantos meses´.besos de ella tambien.ya le salio la jubilacion para el 31 de mayo.

  4. Estos relatos estremecedores, también a mi me traen horribles recuerdos, bastante recientes.
    Es difícil entender que se pueda anidar tanta maldad, sobretodo en personas consideradas, cultas, progresistas y con ideales religiosos.

    No perdamos la confianza que con un poco de tolerancia un mundo mejor es posible y depende de todos nosotros.

    Un fuerte abrazo y gracias por hacernos reflexionar.

  5. Gracias a todos por los comentarios. No fue fácil descubrir de tan cerca este lamentable capítulo pero creemos que es necesario compartirlo siempre con la intención de que conociéndolo sea más difícil que algo así se vuelva a repetir.

    Un saludo especial a Jordi del Cabo, Uruguay. Esperamos que sigas ahí, al otro lado, tras nuestros pasos. Un abrazo.

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