Día 166 – El largo camino a Mordor

Peter Jackson, un joven neozelandés, viajaba en tren cruzando la Isla Norte, de Wellington a Auckland, mientras leía por primera vez ‘El Señor de los Anillos’ (‘The Lord of the Rings’ en adelante, ‘LOTR’) el libro de J. R. R. Tolkien. Mientras devoraba sus páginas, Peter miraba por la ventana los paisajes del centro de la Isla Norte y no veía otra cosa que los parajes de la Tierra Media que Tolkien describía en su libro.

Tanto es así que unas cuantas décadas después, Peter, convertido ya en un prestigioso director de cine, decidió rodar la trilogía de LOTR escogiendo esos mismos paisajes neozelandeses como escenario natural para sus películas.

Entre ellos, destacaba uno por encima de los demás: ‘Mordor’, el tenebroso valle de tierras estériles y oscuras donde el pequeño Frodo y sus compañeros de aventuras debían llegar para destruir el Anillo Único y asegurar así el fin del Señor Oscuro, Sauron… (¡ahí es nada!). Para convertir el Mordor literario en el cinematográfico Jackson escogió una zona volcánica en el centro de la Isla Norte de Nueva Zelanda, Tongariro. Allí, tres volcanes activos, tierras de actividad geotérmica, valles desolados y tierras plagadas de pedregales de origen volcánico se disponen de la forma, precisamente, más cinematográfica posible. Un escenario natural que a Jackson le vino -nunca mejor dicho- como anillo al dedo para escenificar el lúgubre y luctuoso Mordor.

Nosotros -reconozcámoslo-, no siendo entusiastas fans de la trilogía, nos dirigimos a Tongariro no por su cameo en LOTR sino por sus paisajes, sus volcanes y, sobre todo, por lo que según decían debía ser el mejor trekking que se puede completar en un día en todo el mundo. Con tales credenciales y estando en mitad de nuestra ruta hacia el sur sólo nos quedaba comprobar si aquello era cierto o si esa fama era sólo el resultado de otra exagerada campaña de marketing más.

Así, llegábamos al ‘Tongariro National Park’ dispuestos a cubrir los 19,4 kms. del camino conocido como ‘Tongariro Alpine Crossing’ siempre en un tiempo menor a unas ocho horas. Esto es así porque el camino empieza en un aparcamiento del parque y acaba en otro, un autobús te lleva de uno a otro al acabar la caminata pero si se pierde el último autobús las alternativas a pasar la noche a la intemperie son casi nulas.

Así las cosas, empezábamos el trekking en el aparcamiento Mangatepopo. El día no acompañaba. El cielo cubierto, la niebla y, de vez en cuando, la lluvia parecían lograr convertir el paisaje en el Mordor de la trilogía. Las nubes cubrían todo apenas a cien metros por encima de nuestras cabezas impidiéndonos ver las cumbres de los famosos volcanes del parque, en especial, la del volcán Ngauruhoe, llamado ‘Mount Doom’ en la ficción de LOTR, en cuyos fuegos interiores debía destruirse el codiciado anillo.

Empezamos a caminar entre yermos parajes de piedras negras y las exiguas matas que nos acompañaron los primeros metros poco a poco iban desapareciendo. Tras atravesar un par de valles poco profundos el camino empezaba a subir y cada vez nos acercábamos más a las nubes que, al alzar la vista en algún recodo del camino, estaban ya correteando a nuestro lado.

Después de una larga e intensa subida alcanzamos la base del volcán Ngauruhoe envueltos en una espesa niebla. Ante la evidencia de que allí no íbamos a ver más que piedras negras seguimos el camino cruzando una vasta llanura de tierras rojizas, marrones y ocres. En ese momento, el cielo parecía querer despejarse por segundos y la niebla se levantaba tímidamente. Las nubes corrían entonces sobre nuestras cabezas pero una fina e incomprensible bruma iba y venía por debajo de nuestras rodillas. Comprendimos que no se trataba de bruma sino del vapor que emanaban las ardientes tierras de Mordor bajo nuestros pies.

A lo lejos se ven las diminutas figuras de los caminantes

Una vez atravesada esa llanura -que en el conjunto del camino actuaba como si del descansillo de una escalera se tratara- tocaba la parte más dura del recorrido. El camino se empinaba ferozmente como si, caprichoso, optara por llevarte por las pendientes más pronunciadas que se te presentaran delante. En algunos tramos era difícil avanzar ya que el sendero marcado era un cúmulo de pequeñas piedras negras en las que se te hundían los zapatos y, en otros, era necesario ayudarse de las manos para seguir adelante. Sin duda, fue el tramo más exigente del recorrido aunque, al empujarte tan directamente hacia arriba, las vistas eran impresionantes a un lado y otro del camino.

El premio tras la penosa subida era un paraje asombroso. Al alcanzar el ‘Red Crater’ un nuevo valle estéril se abría ante nosotros: A la derecha, laderas rojizas y ocres soltaban vapor incesantemente; a la izquierda, una gran llanura marrón era coronada con un lago y montañas negras manchadas con las últimas nieves; y, abajo, los ‘Emerald Lakes’: un conjunto de tres lagos de color turquesa intenso que remataban, con un contraste fabuloso, la paleta de tonalidades de un lugar que parecía pertenecer a otro planeta distinto al nuestro.

Cruzamos aquel fascinante valle y rodeamos acompañados por la lluvia el ‘Blue Lake’ dejándolo a la derecha y el ‘North Crater’ a la izquierda hasta alcanzar el refugio Ketetahi donde paramos, al fin, a devorar nuestros bocadillos de jamón y queso.

Después, más adelante en el camino, se dejan a la izquierda los ‘Ketetahi Hot Springs’, un manantial de humeantes aguas, y el camino toma una sostenida bajada suave que, salvo a alguna pequeña excepción, ya no dejaría hasta llegar al final de su recorrido. Ese tramo de unos cuantos kilómetros se inicia con un paisaje distinto, repleto de pequeñas matas y arbustos de tonos calidos, que al principio se agradece pero, al cabo de unos kilómetros, se hace un poco tedioso. Cuando menos uno se lo espera y las piernas ya avanzan por inercia, el paisaje cambia de nuevo convirtiéndose en un denso bosque nativo, húmedo e impenetrable para los rayos del sol. De nuevo, al cabo de un rato, un camino casi sin sorpresas en su perfil y con bosque y más bosque alrededor se hace un poco pesado y largo. Al menos, un pequeño arroyo que acompaña al camino en los últimos kilómetros lo hace un poco más llevadero.

Dejábamos el parque tras una caminata extenuante que nos llevó por parajes asombrosos y extraños pero con la espina clavada, eso sí, de no haber podido ver el Monte Doom que coronaba los dominios de Sauron, aquel que Jackson inmortalizó con sus películas en el Volcán Ngauruhoe.

Pero, como suele pasar en las grandes producciones cinematográficas, al parecer a estos dos ‘hobbits’ aún les quedaba algo de fortuna para tener un final feliz antes de que corrieran los créditos por la pantalla. Volvimos a nuestra ‘Tierra Media’ (la carretera) para seguir hacia el sur mientras salía de nuevo el sol y, tras una decena de kilómetros, miramos a la izquierda y ahí lo vimos, a lo lejos, con sus laderas simétricas de tierra negra. Sí, era el Mt. Doom. El lugar donde descansaba ya el Anillo…

‘Mi tesoroooo…’

 

P.S.: A modo de conclusión; en cuanto al trekking en sí mismo queremos añadir que el recorrido es duro pero se puede hacer en un día si se está mínimamente en forma. Para nosotros fue más duro, por ejemplo, el primer día en Choquequirao (Perú). Recomendamos empezar en el aparcamiento Mangatepopo ya que empezar por el otro implica encontrarse desde el primer paso con una subida continua de más de 6 kms. En todo caso, debe hacerse siempre con material adecuado (sobre todo buen calzado, varias capas de ropa y prenda exterior impermeable). El tiempo cambia muy rápido, si hace bueno el recorrido tiene unos paisajes increíbles pero si la cosa se pone fea el camino puede ser un infierno y, además, no ver nada. Los últimos kilómetros son bastante tediosos quizás por contraste de todo lo que se ve antes. En nuestra opinión, sin ellos sería un camino realmente espectacular en su conjunto. Es de los mejores caminos que jamás hemos hecho y quizás el mejor de los que se pueden completar en un solo día pero suponemos que quedan muchos trekkings por hacer antes de poder decir que este es el mejor del mundo…

8 Respuestas a “Día 166 – El largo camino a Mordor

  1. Es la segunda vez en pocos años que Sam Sagaz recorre las llanuras de la Tierra Media camino a Mordor… pero esta vez no iba con Frodo, sino con Gaby.

  2. Una enamorada de la «comunidad del anillo», agradece estas hermosas experiencias, en imágenes y relatos.
    Queridos hobbits, ya se que han sido d elos primeros en recibir el 2011 y muy bien por la alegría que escuché en el mensaje.
    Hasta pronto y por otras caminatas.
    Ya si nuevamente dese mis dominios de tierras bajas, tierras marinas
    Rosa

  3. qué chulo y qué miedo tanta niebla….estais hechos unos expertos en esto del trekking….vais a volver tan en forma…..y hechos unos figurines!!!muchos besos

  4. Marcial, Gaby!
    Qué recuerdos … Simone y yo hicimos esa misma ruta, ahora hace justo un año! Me encantan las fotos, y la explicación, no puedo estar más deacuerdo…
    Voy a seguir con los posts de New Zealend!
    Un beso gordo

  5. Pingback: Bufale un tanto al chilo Il ghiacciaio di Madre Natura... - Bufale un tanto al chilo·

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