Día 163 – De Coromandel a Taupo pasando por un poco de historia Maorí…

La mañana del tercer día en Auckland recogíamos el coche de alquiler y metíamos en su maletero nuestras mochilas y todo el material de acampada que habíamos adquirido. Nos echábamos a la carretera con dirección este, hacia la Península de Coromandel.

A los pocos minutos de salir de la ciudad el paisaje ya nos empezaba a sorprender. Verdes praderas y suaves colinas formadas por la actividad de volcanes ya desaparecidos moldeaban el terreno a nuestro alrededor. Íbamos dejando atrás pequeños pueblos cuyos nombres de origen maorí sólo podían recordarse hasta que se llegaba al siguiente pueblo: Manurewa, Papakura, Mangatangi, Waitakaruru, Hikuai, Whenuakite…

Y así, tras varios pueblos, las praderas empezaron a convertirse en densos bosques y la carretera se llenó de curvas y cuestas. Los primeros bosques eran replantados. Todos los árboles iguales creciendo a distancias equidistantes de sus compañeros los delataban. Muchas curvas después llegábamos a la Península de Coromandel rodeando el ‘Coromandel Forest Park’, un bosque nativo neozelandés formado por raros árboles y por una especie de palmera pequeña de follaje fino y de color verde claro pero intenso. En conjunto, un vergel de lo más tupido que cubría las laderas a un lado y otro de la carretera durante muchos kilómetros.

Al este de la península de Coromandel, cerca de la ladera de un volcán, se halla la ‘Hot Water Beach’, llamada así no por las aguas del océano que la bañan, sino porque debajo de su arena, en una zona cercana a unas rocas volcánicas, fluye agua caliente. Así, el tema está claro, se hace un hoyo en la arena y ya tiene uno su particular jacuzzi al aire libre montado. No está mal, pero ya empezado el verano aquí abajo el tenderete para el turista ya estaba bastante bien organizado con alquiler de palas para cavar el hoyo por 5$.

Como podrán imaginar había estampas de todo tipo y, aunque no había mucha gente, el lugar donde fluye el agua caliente no es muy amplio así que las piscinas, teóricamente privadas, se amontonaban cerca de esa zona. Con la subida de la marea el ‘show’ se acababa y la playa se quedaba mucho más tranquila.

Un poco más al norte se encuentra la cueva ‘Cathedral Cove’ que une las dos partes de una preciosa playa de arena blanca. La cueva en sí ya es bastante espectacular pero si al otro lado se le añade un peñasco de roca blanca en mitad del mar y se busca el ángulo correcto para sacar la foto… ‘voilá!’ se obtiene un buen reclamo para el visitante y que el puesto de helado que está al inicio del camino que lleva a la playa haga su agosto de diciembre a marzo.

Volvíamos a atravesar los espesos bosques ahora hacía el sur, recorriendo serpenteantes carreteras con miles de curvas, subidas y bajadas, puentes de un solo carril, muchas obras de mantenimiento… Comprendimos pronto que 100 kms. en Nueva Zelanda se hacen más en dos horas que en una. También nos sorprendimos al ver la velocidad a la que bajaba la aguja de la gasolina de nuestro Ford Laser… Levantamos un poco el pie del pedal y nos distrajimos barajando varios motes para el pobrecico. Probablemente no era el mejor de los que salieron pero se le quedó ‘Bob’; sí, por Bob Esponja… en fin, continuemos…

Tras la experiencia acumulada en Chile (forjada únicamente a base de errores), la primera noche de acampada nos sirvió para darnos cuenta de que Marcial necesitaría una segunda esterilla y que la colchoneta amarilla de playa que usaba Gaby como colchón era tan efectiva como llamativa.

Marcial y Bob

Al día siguiente llegábamos a Rotorua, una ciudad con un tamaño más que respetable que se encuentra en la zona con más actividad geotérmica del país. En sus alrededores se encuentran géysers, piscinas de lodo hirviendo, aguas emanando vapores, etc. Todo ello, como suele ser habitual en estos casos, acompañado de un intenso olor a huevo podrido.

Pero Rotorua es, además, un importante centro de la cultura Maorí por su historia, por el significado que tuvieron (y tienen) esas tierras para los indígenas y porque es una de las ciudades de Nueva Zelanda con mayor porcentaje de habitantes de origen Maorí, con un 35%. Para entender esa cultura y su relación con los británicos que colonizaron estas tierras tenemos que ir un poco hacia atrás en la historia. En este caso menos de lo habitual porque Nueva Zelanda (o ‘Aotearoa’ en Maorí) fue uno de los últimos lugares del planeta en ser habitado.

(Quien quiera hacer novillos en la clase de historia puede irse al bar o directamente unos nueve párrafos más abajo… Los que se animen vayan preparándose un tentempié que la cosa ha quedado un poco larga).

Hoy se cree que los primeros habitantes de la actual Nueva Zelanda llegaron entre el Siglo XI y XII. Fueron polinesios antecesores de los Maoríes que empezaron a explorar más allá de sus pequeñas islas del Pacífico. Lo hicieron hacia el este primero y, luego, hacia el sudoeste totalmente en dirección opuesta a los vientos alíseos que hubiesen empujado las canoas hacia sus destinos. El motivo de esa elección fue, probablemente, que costaría mucho llegar a donde fuese pero sería más seguro y fácil regresar a casa.

Así llegaron a la isla norte de ‘Aotearoa’ (la actual Nueva Zelanda). Allí se encontraron gigantescas aves que, al no tener depredadores, eran incapaces de volar; también encontraron grandes mamíferos marinos como las focas. Todos ellos eran animales que nunca habían sido cazados por lo que a los amigos polinesios les había tocado la lotería: tenían una caza fácil, abundante y asegurada por mucho tiempo. La dieta fue tan alta en proteínas que la población creció exponencialmente y en cien años ya ocupaban desde el punto más septentrional de la Isla Norte hasta el más meridional de la Isla Sur.

Pero la gallina de los huevos de oro se cansó de darlos. La cantidad de población y la dieta basada casi exclusivamente en la caza hizo que la mayoría de mamíferos que habitaban las islas fueran desapareciendo, muchos de ellos hasta su extinción. La caza escaseaba y las riñas y escaramuzas entre diferentes tribus eran cada vez más habituales. Tocaba empezar a cultivar la tierra, traer ganado de la Polinesia, pescar… Trabajar duro en tierras muy distintas a las cálidas islas del Pacífico.

Hasta que un día de 1.642 dos naves de bandera holandesa asomaron por las costas de la actual Golden Bay, al norte de la Isla Sur, capitaneadas por el Comandante Abel Tasman. Las naves fondearon en la bahía y un grupo de Maoríes se acercaron en canoas para hacer su rito tradicional de ‘amigos o enemigos’. Tasman no entendió el movimiento Maorí y ordenó retirarse haciendo sonar unas trompetas. Un bote que iba de un barco a otro fue atacado por los Maoríes matando a cuatro marineros holandeses. Tasman se alejó de las costas y nunca más volvió. La herencia de Tasman fue darle el nombre actual a esas tierras, bautizándolas como la ‘Nieuw Zeeland’, en holandés algo así como ‘la nueva tierra del mar’.

No fue hasta 127 años después que otros europeos llegarían a las islas. En 1.769 el incansable descubridor del pacífico, el capitán británico James Cook, llegaba a bordo del ‘Endeavour’ a las costas de aquella casi desconocida nueva tierra del mar, siendo el primer europeo en poner pie en ellas. Cook sí debió entender bien el rito Maorí que asustó a Tasman y las relaciones entre los exploradores y los Maoríes fueron cordiales. A partir de ahí llegarían dos nuevas expediciones de Cook y alguna más de barcos franceses. Se empezaron a explorar las tierras y pronto llegaron también buques balleneros, cazadores de focas y misiones católicas, metodistas y anglicanas.

Las relaciones entre Maoríes y colonos se sustentaban gracias a una suerte de simbiosis entre ellos. Los colonos necesitaban a los Maoríes por su protección, trabajo y comida mientras que los Maoríes necesitaban algunos artículos hasta ese momento desconocidos para ellos importados por los colonos. Uno de esos artículos eran los mosquetes, antiguas armas de fuego. Su introducción por los europeos fue uno de los grandes errores que éstos cometieron (entre muchos otros). Las tribus de Maoríes de la parte más septentrional de la Isla Norte fueron los primeros en tener acceso a los mosquetes y no tardaron en utilizarlos. La tribu de Ngapuhi empezó a atacar a todas las tribus que encontraba hacia el sur masacrándolas, ya que éstas no disponían de más armas que rudimentarias lanzas y otros utensilios de caza. Pero las tribus del sur de la Isla Norte también adquirieron mosquetes y empezaron a atacar cruzando a la Isla Sur. El efecto dominó arrasó tribus enteras y acabó con la vida de más de 20.000 Maoríes en estas batallas intertribales conocidas como las ‘Musket Wars’ entre 1.818 y 1.836.

En 1.840 Nueva Zelanda se convirtió en colonia británica con la firma del Tratado de Waitangi entre Maoríes y colonos en el que se incluían derechos a favor de los Maoríes que, posteriormente, no se cumplieron totalmente. El Tratado dejaba margen a la interpretación y, pronto, los Maoríes se vieron engañados. Se les privó de cierto poder de gobierno y de algunas tierras y las disputas empezaron a extenderse por todo el territorio. En 1.861 se descubrió oro en territorios que debían ser considerados Maoríes según el tratado, pero donde los colonos dijeron ‘digo’ ahora quisieron decir ‘diego’ y hacer suyas esas tierras. Los conflictos se acrecentaron originando una serie de guerras conocidas hoy como las Guerras Maorí o las ‘Land Wars’ entre 1.844 y 1.872. Los Maoríes ganaron algunas batallas pero perdieron la guerra debido al número de soldados enemigos y sus recursos. A día de hoy el Tratado de Waitangi y las posteriores guerras siguen siendo motivo de división y resentimiento para muchos. Actualmente, el gobierno neozelandés otorga indemnizaciones y terrenos a los Maoríes por lo que se entiende que fueron expropiaciones ilegales del territorio durante las Guerras Maoríes.

A partir de ahí, a principios del siglo XX, la llegada de más colonos redujeron la posibilidad de insurrección Maorí, los primeros barcos refrigerados iniciaron masivas exportaciones a Inglaterra que hicieron crecer la economía del país hasta límites anteriormente impensables para un territorio tan aislado. En 1.947 Nueva Zelanda pasó a ser un estado independiente perteneciente a la Mancomunidad Británica de Naciones o Commonwealth. A mitad de siglo los Maoríes empezaron a trasladarse del campo a las ciudades. En los sesenta la inmigración se abrió a otros habitantes del Pacífico, a asiáticos, a otros europeos… generándose así una sociedad multiétnica y racial que vive, a día de hoy, en completa armonía gracias también al esfuerzo, integración y organización de los gobiernos de las últimas décadas.

Hoy el Maorí es lengua oficial en Nueva Zelanda, el Parlamento tiene un porcentaje de escaños reservados a candidatos Maoríes, en todos los lugares del país pueden encontrarse celebraciones maoríes y museos dedicados a su cultura. Todo esto ya no responde a un sentimiento de culpabilidad por parte de los descendientes de los inmigrantes británicos sino a un verdadero esfuerzo y compromiso para preservar y dar a conocer una cultura milenaria que debe formar parte esencial de la actual cultura neozelandesa.

Bueno, una vez acabada la lección de historia de hoy (‘Gutiérrez que le veo…‘), volvamos a la actualidad de nuestro viaje. A pocos kilómetros de Rotorua encontramos el fabuloso bosque de los ‘Redwoods’, donde en 1.889 se realizó un experimento plantando 170 especies diferentes de árboles para comprobar cuáles se adaptaban mejor a las condiciones de esa nueva tierra para su posterior uso para la construcción.

El pino radiata fue uno de los mejores adaptados y aún sigue replantándose hoy en gran parte de Nueva Zelanda en un intento por reforestar unas islas que un día tuvieron bosques de norte a sur. Pero el gran protagonista de este bosque, 111 años después, es el ‘Redwood’ californiano que, aunque no es tan grande como su pariente cercano la secuoya, no se queda atrás. Hoy el parque es un lugar perfecto para pasear o ir a correr en plena naturaleza, con caminos marcados y mantenidos a la perfección, sin horarios y sin pagar entrada.

Seguimos nuestro camino al sur pasando por el Lago Azul y, después, siguiendo el valle del río Waikato, a orillas del cual acampamos.

Como casi siempre nos acostamos sin saber lo que nos iba a deparar el día siguiente pero, en esta ocasión, uno de los dos sabía que algo especial nos esperaba sólo a unos pocos kilómetros de allí…

9 Respuestas a “Día 163 – De Coromandel a Taupo pasando por un poco de historia Maorí…

  1. Hola chicos!

    Siguiendo con la lección:

    ¿A qué se debe el olor a huevos podridos que emana de las aguas de la zona de Rotorua?

    Espero vuestras respuestas…

    Laia

  2. Esto si que me da mucha envidia! Jejeje! Nueva Zelanda… ahí me gusatría ir sí o sí! Por cierto, Gaby, qué relajada se te ve en la foto en la que estás comiendo! Se nota que el viaje os está sentando bien… Besos!

  3. Hola Gaby:
    De parete de la abuela Loly: el baño es una imagen que resume muy bien todo lo que vimos. POr lo bonito, por la sonrisa y esa incógnita de lo que está por venir, que se ve te llena de alegría.
    Besos Loly y Katty

  4. les deseo feliz navidad y un hermoso año ,y que continuen tan bien como hasta ahora,de parte de todos en gral.muchos besos y abrazos.los quiero.

  5. Vaya, ¡qué intriga! ¿Qué es lo que os esperaba?
    Por cierto, interesantísima lección de historia, eh! Me ha encantado lo de las ‘Musket wars’.
    Un abrazo,
    j.

  6. Gaby y Marcial! Feliz Navidad y próspero año nuevo 2011!!
    NZ… impresionante! Menudas fotos más espectaculares…
    Se os echa de menos estas fechas!
    Un beso
    Cati Tejero

  7. Pareja!! Como bien dice mi querida hermana, se os echa de menos. Pasad unas felices fiestas n las antipodas…

    Me ha encantado la leccion de historia aunque he de confesar k es denso y eso k lo tenemos reciente! Gutierrez casi gripa…

    Cuando vayais a Sidney podreis ver una replica del ‘Endeavour’! Mola bastant.

    Preparaos para ver ovejas en la isla del sur!

    Un fuerte abrazo a los 2!

    PD: el coche d mi padre lleva 298000 km… Ese vuestro esta a medio uso!!

  8. después de dos semanas de vacaciones un poco desconectada de internet…me estoy poniendo al día!!
    un beso a los dos!!!!y sí, creo que las sequoias eran más grandes y altas!!!!jejejejejje. Carol

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